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Política de lodazal

25/09/2022
 Actualizado a 25/09/2022
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Que la política española está degenerando es un secreto a voces. Y que se está pervirtiendo porque la mayoría de quienes pueblan Parlamentos y Cámaras son unos tuercebotas, también. En líneas generales el nivel es ínfimo. Y eso se percibe, sobre todo, en las deficientes intervenciones de esa tropa –que diría el Conde de Romanones– cuando se sube al atril, o en las respuestas a las preguntas difíciles de los periodistas. Entre unos, otros y los de más allá –incluidos los despistados, que solo van a por el sueldo y las dietas– todo es un lodazal.

A día de hoy lo que prima en esa política de bajura es el insulto, la descalificación y el ansia de convertir al adversario en enemigo indeleble, como la tinta del popular bolígrafo de origen francés. Esta misma semana, el miércoles, las Cortes de Castilla (y León) fueron el paradigma de la catadura de sus señorías. Cuentan las crónicas que el vicepresidente de la Junta, García-Gallardo, de Vox, calificó de imbécil –tonto o falto de inteligencia, según el diccionario de la Real Academia– al ‘ciudadano’ Francisco Igea, antiguo socio de Mañueco, y, como es natural, se armó la de dios. Y con razón. Nadie tiene derecho a utilizar el insulto en ninguno de los supuestos, pero mucho menos en un foro representativo de la pluralidad que sustenta la democracia en una comunidad autónoma.

Es cierto que la ofensa de García-Gallardo no tiene un pase. Y debería retractarse. Cuestión de honra, ética y estética. Y, sin embargo, de igual forma es verdad que el partido de Abascal viene sufriendo, desde su fundación, toda clase de improperios y escarnios. De forma hiriente y machacona. Si antes lo de ‘fachas’, por poner un ejemplo, se lo atribuía la izquierda –la ‘moderada’ y la radical– al PP en el sentido más despectivo y humillante del término, ahora se les aplica a los de Vox. Y, además, se les reviste con los calificativos de xenófobos, homófobos, retrógrados, franquistas… un rosario de afrentas sin parangón ni fondo. Cualquier día, haciendo un torticero juego de palabras para que pase la bola, les tildarán de hijos de puta en el hemiciclo menos pensado.

Eso mismo no ocurre con la ‘comunistoide’ extrema izquierda y sus radicales postulados. Carta blanca. Democracia pura, elevada, eso sí, a panfleto abyecto en cuanto a sus principios. Pero no importa. Hasta ‘Mi Persona’, el galán de La Moncloa venido a menos, les soporta y se la envaina para seguir en el poder. Los ultras y malos son los de Vox. Los comunistas y afines, unos ángeles seráficos. Es lo que hay y la ciudadanía aguanta. Y todos ellos, en apretada comandita, nos toman por imbéciles y retrasados a los demás. Sin rubor. De forma permanente. Y a seguir cobrando, señor guardia.
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