Política de fidelización

En la política venció el marketing. Y tras legislaturas de luces y sombras, hay de todo en todas partes, parece más sencillo dejarse llevar por el arrebato del soborno al electorado que por esperar a que sepa valorar el esfuerzo y los aciertos en la gestión, hayan sido muchos o pocos. Estos días hemos visto al presidente Mañueco y a un par de sus consejeros posar con el cheque bebé de 2.500 euros como enseñan el premio del roscón de La Bañeza en Navidad o marca letras sonriente la extemporánea azafata de la Ruleta de la Fortuna (por cierto, única superviviente de los concursos con azafatas objeto, que diría Irene Montero, y que por el momento sortea la furia feminista radical del ministerio).

Este suculento cheque para que nazcan niños, apoyar a las familias es otra cosa, compite con el cheque de 200 euros (limosna Sánchez) con el que el Gobierno de España dice paliar la imparable subida de los precios en las familias de rentas bajas y que se puede solicitar ya esta semana. Un pago único que, con suerte y sin caprichos, les llenará una vez la nevera. Sumado al bono cultural joven de 400 euros para los que cumplen dieciocho, la subida de las pensiones y la del salario mínimo ha construido el sanchismo las tarjetas de fidelización al PSOE 2023 para votantes igual que las despliega Carrefour por colores para clientes. La Junta tiene su Tarjeta Familia que «es más que una ayuda» vendía slogan el todavía consejero de Presidencia Jesús Julio Carnero con tono de empleado de banca explicando hipotecas.

El cheque bebé, heredero del de Ayuso y de aquel tan criticado de Zapatero en 2007, evidencia que en esto de intentar comprar conciencias tampoco importa la ideología. Dinero contante y sonante que recuerde el votante cuando elija papeleta en mayo y en diciembre igual que al cambiarse de compañía telefónica: «desencantado con todos, me quedo con quien me da algo». Fíjese bien en la letra pequeña del sobre. No acabe firmando permanencia.