26/02/2021
 Actualizado a 26/02/2021
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Les hablaba la semana pasada sobre la ‘sociedad blandita’ que estamos creando. Una sociedad con muy poca cultura del esfuerzo y toneladas de hedonismo que nos impide, en muchos casos, actuar con responsabilidad. Esto que les cuento, lo vemos en multitud de circunstancias cotidianas, pero en épocas de ‘guerra’, como la que sufrimos, los ejemplos se nos amontonan.

Haciendo un pequeño inciso y en relación a la ‘guerra’ por la que atravesamos, un día un amigo lector, me dijo que no me refiriese a la pandemia como una época de guerra porque no tenía nada que ver. Yo me sigo refiriendo a la pandemia como una ‘guerra’ porque salvo que no vemos al enemigo y que no hay ruido de bombas, las consecuencias son muy parecidas. Sirvan de ejemplo los 500.000 muertos en Estados Unidos, que son ya más de sus caídos en las dos Guerras Mundiales y la Guerra de Vietnam juntas.

Volviendo al tema que nos ocupa, sobre lo que nos gusta disfrutar pase lo que pase, solo hay que dar un paseo por las terrazas de los bares, estos días que empiezan a ser primaverales, para darse cuenta que en relación a la pandemia, poco nos pasa. El enemigo, al ser invisible, hace que la gente se relaje y disfrute bien juntita tomando una caña y una tapa con la mascarilla metida en el bolsillo, a modo de ‘sujetapapada’ o colgando habilidosamente de una de las orejas.

Es en parte esa falta de madurez y responsabilidad la que nos hace culpar de los contagios a la hostelería, cuando los pobres hosteleros no tienen culpa de nada. La responsabilidad la tenemos los clientes que parece como si nos costase mucho bajarnos momentáneamente la mascarilla para consumir y volvérnosla a colocar para hablar. A todos nos gusta tomar algo al solecito tímido de final del invierno, pero luego no nos llevemos las manos a la cabeza cuando haya una cuarta, una quinta y hasta una sexta ola.

Nuestros gobernantes son un reflejo de la sociedad y no podemos pedir más responsabilidad y sentido común del que nosotros aplicamos a quienes nos dirigen desde las administraciones y como aquí parece que la cosa está en decir una tontería más grande que la del vecino, ahora resulta que hay quien se plantea poder autorizar manifestaciones el 8M, con motivo del Día de la Mujer.

De verdad que esto parece una broma de mal gusto o una ocurrencia de una secta sociópata, volviendo a repetir los mismos errores del pasado reciente cuando justamente tal día como ayer, pero del año pasado, un famoso corresponsal de televisión española en Italia dijo que todo era un alarmismo infundado. Los hosteleros y los comerciantes siguen desangrándose, no podemos salir de nuestra Comunidad Autónoma, las reuniones se limitan a un puñado de personas no convivientes, seguimos sin poder visitar a nuestros mayores en las residencias, pero si de lo que se trata es de hacernos los progres permitiendo aquelarres pandémicos, los muertos no importan. Como les digo, poco nos pasa.
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