30/04/2023
 Actualizado a 30/04/2023
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Entre los programas de entrevistas en Televisión Española raro es el que dura más de dos temporadas. Aun así, los ha habido geniales, siendo algunos muy sesudos y otros más psicodélicos, en los que la información a recabar del entrevistado era lo de menos porque la corriente era lo importante, caso de ‘El loco de la colina’. Pero para loca una emisión de periodicidad semanal que lleva ahora mismo un año en parrilla en la noche de los viernes. Es Plano General, programa ‘sencillo y sincero’, conducido por el periodista Jenaro Castro, quien fuera director de Informe Semanal durante mucho tiempo y candidato a dirigir RTVE.

Jenaro (como le llaman todos sus invitados, no es que yo me exceda con las confianzas) hace entrevistas de apariencia amistosa que invitan equívocamente a la relajación. Porque Jenaro lo tiene claro, sabe muy bien lo que quiere del entrevistado. Toca la guitarra con sus cuerdas sentimentales (un artistaza) y para ello genera un clima previo de calidez (llámame Jenaro) y al ataque. Hace unas cuantas preguntas empáticas, más o menos personales y luego apunta a la actualidad, por el qué dirán. Transcurridos diez minutos de los treinta del programa (es cortito, bendito) vira a un formato de toma y daca, con preguntitas más directas, sin introducción, a bocajarro. Más bien un interrogatorio. Pide Jenaro brevedad en las respuestas, nada de explicaciones, en plan psicotécnico, respuesta automática, el subconsciente delatando al personaje. De hecho, creo que debería sumar a las clásicas inquietudes por las filias del protagonista sobre libro, película o velada ideal, unas cuantas más íntimas, más domésticas. Podría preguntarles ¿un cubierto?, ¿sábana bajera con goma o sin ella?¿cortaúñas o tijera? Eso sí que revelaría profundidades del alma. Me imagino a un Evaristo, el de La Polla Records, respondiendo a patadón verbal (¿un cubierto? ¡la horca!) buscando el escándalo apolítico sin lograrlo, pero dejando a Jenaro rumiando.

En la última sección, llamada El muro, Jenaro (a quien no se me ocurriría llamar por su diminutivo con ‘G’, que es sagrado) pide una frase para el recuerdo, y luego ya se le despiden los grandes personajes que al plató acuden, gente que pasó a transitar el segundo plano de la vida pública hace un tiempito. El último, Pablo Carbonell, fue sumamente agradecido y le trasladó lo que pensamos gran parte de sus espectadores: «Oye, Jenaro, que sigas convirtiendo la conversación en un espectáculo». Tienen que verlo.
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