05/02/2016
 Actualizado a 18/09/2019
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Una bala en la recámara. Un as en la manga. Un plan ‘B’. A Manolo Díaz le condenó su inmovilismo, dando al traste con una trayectoria notable, al menos durante 17 meses, al ser incapaz de asumir que la idea que casi le conduce a lo más alto había caducado.

Su fe, justificada en la mayor parte de los casos, por un reducido grupo de futbolistas le acabó pasando factura. Imposible poner en duda el sacrificio y compromiso de Acorán o Berrocal; la calidad deÁlvaro Antón o Melero. Sí que fueran intocables. Su presencia continuada a pesar de un rendimiento irregular le hizo un flaco favor, porque especialmente del centro del campo hacia arriba, el madrileño se podía permitir el lujo de pedir mus y probar con otras cartas.

Cuesta entender que Khomchenovskyy tuviera más protagonismo a los dos días de aterrizar en España que tras dos meses en la capital berciana. O que en un año Pablo Infante haya pasado de jugarlo todo a hacerlo de manera testimonial. Más sangrante fue la dicotomía Miquel-Pavón.

Paciencia infinita para unos, mano dura para otros. Sin una salida de emergencia, al madrileño terminaron dándole con la puerta en las narices, como a la dirección deportiva, que tampoco está brillando por su capacidad de reacción.

Salió Yuri, salió Díaz y a 24 horas de jugar en Zorrilla, la Deportiva sigue sin entrenador y sin ‘pichichi’. La marcha del delantero es comprensible desde el punto de vista económico, no así que el club permitiera la operación sin un recambio asegurado.

Igual para el banquillo. La Ponferradina no será el primer equipo ni el último en tirar de interinidad, pero la sensación de improvisación mientras dura el baile de nombres, no hace más que alimentar la impresión de que el proyecto va a la deriva, dando bandazos, después de que todo se haya torcido.
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