Pisando el cielo gótico de León

El tejado de la Catedral, por el que se puede pasear y asomarse a sus balcones, requiere de un riguroso mantenimiento

Cristina Centeno
15/01/2017
 Actualizado a 19/09/2019
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Pasear por el tejado de la Catedral es un privilegio a la altura de muy pocos. Después de subir por unas estrechas escaleras de caracol entre muros que parecen no tener fin, se despliega con toda la belleza posible el cielo gótico de León, desde donde puede verse el entramado de calles de toda la ciudad, el movimiento de sus habitantes o la sorpresa de los que llegan por primera vez a la plaza de Regla y observan ante sí la majestuosidad de la seo leonesa.

Las grandes enemigas del mantenimiento son las palomas, cuyos restos y excrementos atascan los salientes Todo parece verse y controlarse de allí arriba. Aunque el resto de edificios pierden su interés cuando lo que te rodea es un sinfín de pináculos y puedes observar con detalle lo que ya desde abajo resulta impresionante. Los enormes ventanales decorados con vidrieras que han hecho aún más grande a la Catedral llaman la atención. Muchos de ellos han sido restaurados en los últimos años y están protegidos por una malla gris para que ninguno de los cristales puedan romperse o les pueda afectar cualquier fenómeno. También puede desgranarse el entramado de arbotantes y contrafuertes que sujetan la estructura y las gárgolas, uno de los elementos más delicados de la Pulchra Leonina.

Un conjunto de gran relevancia para la Historia del Arte a nivel global, la gran seña de identidad de León, sin la que la ciudad no sería lo mismo.
Por todo ello, la Catedral necesita estar entre algodones, que nada la afecte, que todos la cuiden. Muchos aún recuerdan, aunque se cumpliese ya el medio siglo de este suceso, aquel 29 de mayo de 1966, cuando al caer la noche el fuego devoró su techumbre y puso en riesgo la gran joya gótica de la ciudad. Afortunadamente, la Catedral volvió a lucir.

Pese a que por el tejado se camina sin dificultad y en su día se proyectó, no está prevista su apertura Hoy, y después de que hace unos seis años el tejado de la nave central fuese rehabilitado, se puede caminar por él. Eso sí, confirman que no se plantea que esta parte pueda ser abierta al público en general, ni siquiera a pequeños grupos, pese a que en el momento en el que se realizaron los arreglos de la techumbre se llegó a proponer. En el mismo sentido, tampoco está previsto que se vuelva a abrir el ‘Sueño de la luz’, el proyecto por el que se accedía al rosetón principal a través de una plataforma instalada en el interior de la Catedral, que, de hecho, ya no está.

Por lo que se trató de hacer esta especie de ‘caminos’ por su tejado fue para facilitar las tareas de mantenimiento, que conllevan un gran trabajo.

Cuatro personas forman la brigada del Ayuntamiento y el Cabildo catedralicio, que se dedica a esta tarea que trata de que nada afecte a su estructura ni a ninguno de sus elementos. Retejar para evitar goteras y filtraciones, desatascar los salientes para que la lluvia no cause estragos y un largo etcétera.

Las palomas, enemigas

Las grandes enemigas y las más temidas son las palomas. Hay que luchar contra sus excrementos y contra los restos de las que se mueren en el tejado para que no atasquen los canales ni las gárgolas, las más delicadas. Son las que más trabajo dan a este equipo de mantenimiento que encabeza Germán Sánchez. Suben al tejado muy a menudo en busca de defectos que curar. El día de la visita con La Nueva Crónica, por ejemplo, Sánchez descubrió que una de las mallas que evitan que las aves entren en el campanario de la torre norte –la ya restaurada– estaba rota y a través de ese espacio podían entrar las palomas, por lo que sacó una foto y dio aviso para solucionar el problema. Esta brigada, que no tiene nada que ver con el equipo que se dedica al cuidado y restauración de las vidrieras, se ha encontrado en ocasiones con salientes atascados con los restos de una paloma o, incluso, con una gárgola bloqueada con un bote de refresco en la ‘boca’, lo que obligó a movilizar una grúa. Si llovía y el agua rebosaba, las filtraciones podían ocasionar serios daños a estos elementos de por sí delicados.

Cualquier mimo es poco para conservar intacta la Catedral de León.
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