"Pinto un cuadro y luego una espinela me sale más fácilmente"

Lorenzo Gorostiaga presenta este jueves en la sala Región del ILC el libro ‘El canto sublimado’, donde convergen de nuevo sus dos pasiones: la pintura y la poesía

Joaquín Revuelta
01/06/2022
 Actualizado a 01/06/2022
Detalle de una de las pinturas de Lorenzo Gorostiaga Marcos que aparecen en el libro..
Detalle de una de las pinturas de Lorenzo Gorostiaga Marcos que aparecen en el libro..
El periodista, poeta y pintor leonés Lorenzo Gorostiaga presenta este jueves a las 20:00 horas en la sala Región del ILC su más reciente publicación, ‘El canto sublimado’ (Lobo Sapiens), que supone «un compendio de cuadros en diferentes técnicas y de poesía de brote nuevo arraigada en la tradición de nuestro Siglo de Oro», señalan desde la editorial que dirige José Antonio Martínez Reñones, quien acompañará al autor junto al catedrático, crítico literario y escritor José Enrique Martínez.  

Al otro lado del teléfono móvil reconozco la preciosa voz de Lorenzo Gorostiaga, una de las más seductoras de la radio leonesa durante aquellos años en los que desarrolló su actividad periodística en la emisora en León de Radio Nacional de España, de la que llegó a ser director, hasta su prejubilación. Le recuerdo que en alguna ocasión me comentó que había probado fortuna como actor de doblaje. «Coincidí con Carabias, que hacía mucho doblaje, lo que ocurre es que superé la prueba en Arcofón, que estaba en la calle Vallehermoso de Madrid, pero cuando me llamaron coincidió con la etapa en la que estaba en Radio Juventud de España y obtuve la plaza fija de locutor-comentarista en La Voz de Castellón. Y es que estando en Radio Juventud también hacía radionovelas en la productora de la CAR (Cadena Azul de Radiodifusión)», recuerda Gorostiaga, que a la pregunta de si cree que su privilegiada voz determinó en cierto modo su elección del medio radiofónico dentro de las posibilidades que entonces ofrecía la carrera de periodismo asegura que «en realidad yo iba para capuchino, que como bien sabes eran oradores y predicadores. Ahí en León era famosísimo el Padre Javier o el Padre Pacífico de Pobladura. Algo nos venía y te recuerdo que en los Capuchinos, donde estuve haciendo el Bachillerato, había una asignatura que se llamaba Declamación. Fíjate tú si era importante para nosotros la declamación, porque se preveía que en el futuro si granaba la espiritualidad y llegabas a cantar misa pues lo tuyo iba a ser predicar», señala el artista y periodista leonés, que reconoce que la radio es más ingrata que la prensa escrita por eso de que «las palabras se las lleva el viento pero los escritos permanecen». «Puedes estar en la radio tiempo y tiempo pero al cabo de unos pocos años queda velada tu imagen. En cambio la prensa escrita pueden tirar de ello para bien, para mal o para regular».Le comento que en mis primeros años como periodista en La Crónica de León, que coincidieron con sus años de redactor de Informativos en Radio Nacional en León, no tenía constancia de sus otras dos pasiones, la pintura y la poesía, que es de suponer se desarrollaron cuando optó por la prejubilación. «La pasión por escribir o pintar la tuve siempre. En los frailes gané en repetidas ocasiones el concurso de dibujo. Luego ya lo de los versos me viene también desde pequeño, pero siempre tuve cierto rubor a manifestar mi vida. Todos tenemos una vida pública, todos tenemos una vida privada, todos tenemos una vida íntima y todos tenemos una vida secreta. La pública la compartimos con todo el mundo, la privada con los más allegados, con la familia y los amigos más cercanos, la íntima la compartimos con la pareja y en la habitación, y luego está la secreta que queda para nosotros mismos. Entiendo eso un poquito como las matrioskas rusas, que vas sacando una y otra y otra y son gordísimas y rechonchas como la pintura de Fernando Botero. Hasta que no llegas a la última, como las capas de la cebolla, es difícil dar con la esencia o la quintaesencia de las cosas. Siempre tuve esa impronta y esa devoción, pero lo practicaba un poco en silencio», reconoce el leonés de Cubillas de los Oteros, que abandonó muy pronto el periodismo, entre otras cosas porque, asegura, «nos pusieron en bandeja un ERE. Yo podía acogerme, luego me acogí. Yo me prejubilé, pero la verdad es una pena porque uno puede dar porque tiene acumulado una experiencia y la experiencia, como sabes, es ese peine que nos da la vida cuando se nos ha caído el pelo ya».

Lorenzo Gorostiaga confiesa que cuando tomó aquella decisión no tenía muy clara la hoja de ruta a seguir. «No  la tenía pero me gustaba la creatividad y como disponía de todo el tiempo del mundo, que cantaba el bello Otero, me dediqué a escribir un poco para mantener activas las neuronas, más que nada. Y con relación a la pintura siempre tuve afición desde mi años en los frailes, donde solía sacar matrícula de honor. Los más próximos sabían de mis debilidades para con la poesía y la métrica. Eso del verso suelto no va conmigo. Me gusta la poesía ajustada, rimada. El soneto es una esclavitud, es la estrofa más difícil. Últimamente he derivado en la décima o espinela, que es más agradecida al oído y en las redes sociales no entra mal. Entonces he hecho algún escarceo experimental en el Facebook , que es algo que hay que tomar, como diría aquel, ‘en pequeñas diócesis’», sostiene Gorostiaga, para quien la fusión entre poesía y pintura en una publicación, como es el caso de ‘El canto sublimado’, que se presenta el jueves en la sala Región del ILC, es una especie de mestizaje. «Lo mío más que pintar es repintar. Pinto un cuadro y luego una espinela me sale más fácilmente».

Aunque su declaración puede hacer pensar que la pintura es antes que la poesía, el poeta y artista leonés señala que en realidad ambas van entrelazadas y son momentos. «A lo mejor hoy que está nublado el ánimo está más decaído. Somos un poco lo que comemos, que decían los especialistas en nutrición, y también lo que nos toca vivir. Un día soleado despierta la pupila. Depende del momento. El móvil me viene muy bien porque en cualquier momento hago el primer verso octosílabo y sigo y sigo. La pintura me cuesta un poco más, pero tampoco demasiado».

Sobre su relación con el mundo editorial, Lorenzo Gorostiaga confiesa que hasta ahora no ha tenido ninguna queja. «El primer libro que publiqué en 2012, ‘Huellas y recuerdos de Los Oteros’, era un compromiso con un amigo mío y compañero en los frailes, Abel de Lamo Rubio, hermano del magistrado Jaime de Lamo Rubio, que tenía una editorial y fue quien me animó a que publicara el libro. En el caso de Lobo Sapiens te diré que conozco a José Antonio Martínez Reñones de cuando era un cachorro de Gerardo García Machado en la UCL. Él solía ir por la emisora con cosas de música y mantuvimos siempre una buena relación. En el libro anterior, que presentamos en El Corte Inglés, él también estuvo en la mesa», recuerda Gorostiaga, que tiene en cartel tres publicaciones más que responden a las cuatro estaciones de la vida de una persona. «Una fue de iniciación, ‘Huellas y recuerdos de Los Oteros’, la que ahora se presenta es un poco más madura, pero está algo desfasada porque es de hace tres años y su presentación se pospuso por la pandemia. También está ‘Cálamo y pincel’,  realizada en plena pandemia y de un gran lirismo porque las circunstancias así lo aconsejaban. Luego tengo dos más para el otoño de la vida y para el invierno. Se puede decir que tengo material para todas las etapas», asegura el artista. «Pero todo esto ‘en pequeñas diócesis’, como dijo en una ocasión Ángel Luis Álvarez, que fue concejal de León. Los que no tenemos mucha inteligencia es bueno que tengamos buena memoria».  
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