26/06/2021
 Actualizado a 26/06/2021
Guardar
Empieza a ser más fácil volver del otro mundo que trajinárselo con la administración pública y sus pinchitos de tortilla para obtener cualquier papel habido o por haber. A los hechos me remito, ya que un vecino de l’Alfàs del Pi, acaba de ser condenado a 21 meses de prisión por falsificar la documentación de un fallecido para conseguir trabajo, lo cual logró, ya que firmó dos contratos distintos y pudo subsistir durante un tiempo.

Por lo visto el recién resucitado se dio de alta en la Seguridad Social, se hizo con un permiso de conducir y ya de paso, aprovechando la buena racha de este mundo terrenal, se compró un par de motos.

Cuando leí la noticia me sentí plenamente identificada con este devenir de la tumba al bollo y del bollo al hoyo ya que de unos años para acá tengo un sueño recurrente en el que estoy literalmente muerta, pero nadie se percata salvo el portero de mi casa, que cada vez que salgo por la puerta insiste en que compre lotería.

Mi novio da vueltas en la cama pasándome literalmente por encima, prepara café sin tenerme en cuenta y ahora queda con su amante (que es funcionaria de la administración pública) a tomar pinchos de tortilla y cañas, sin ningún recato.

Es un sueño tan angustioso como liberador, una paradoja en toda regla. Puedo estar al mismo tiempo en el aula de Las Teresianas donde cursé mis primeros años de colegio, en la playa volcando flanes de arena con mi hermana o en la facultad haciendo pellas de la clase de Derecho Tributario (justicia cósmica y retroactiva) en el bar de la facultad, jugando al mus y tomando pinchos de tortilla.

Puedo abrazar a todos al mismo tiempo y a nadie en particular lo cual me satisface enormemente, puedo admirar la belleza de las cosas, pero no tocarlas con los dedos. Puedo ver desde una perspectiva picada las miserias terrenales e incluso anticipar el resultado de las variopintas trifulcas por herencias, infidelidades o gilipolleces de toda índole. Me he cruzado con Pessoa, con Hemingway y a Marie Curie la he visto de lejos, pero con quien tengo largas, interminables conversaciones, es con Herman Hesse, que se ha convertido en mi inseparable maestro y compañero de noches despiertas.

Tengo miedo de que los demás me descubran y me echen a patadas de la dimensión difunta, lejos de mi amigo y de vuelta al mundo de las administraciones públicas, pero creo que tengo los días contados porque hay un tío con bigotito que nos mira muy mal a Herman y a mí. De momento, me aferro al presente y cuando toca volver abajo, me llevo un manuscrito de mi adorado y un ansiolítico para ir tirando.

En lo que respecta al hombre de l’Alfàs del Pi, ha sido declarado culpable de haber resucitado y de la intentona de reingresar en sociedad como si de un humano se tratase, pero de momento no irá a la cárcel, el pobre, fallecido como está.
Lo más leído