03/07/2017
 Actualizado a 18/09/2019
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Un paisano muy activo, el omañés José María Hidalgo, factótum cultural de la casa de León en la calle del Pez de Madrid, utiliza la palabra pifostio: «Se va a montar un pifostio» dice cuando augura un desastre organizativo descomunal, al que suele seguir una cruda reacción por parte de algunos conspicuos ciudadanos.

El viernes 23 y el sábado 24, de junio, en nuestra catedral han tenido que interrumpir sendos conciertos de órgano a causa del ruido exterior, pues el ayuntamiento programó a la misma hora, y delante de la seo, una exhibición de la Escuela de Danza, con gran aparato de música enlatada por megafonía. Así que el maestro Giampaolo Di Rosa, que había sido contratado para interpretar a Messiaen, hubo de hacer mutis por el foro, sin que haya trascendido su asombrada reacción, que hemos de prever menos apacible cualquiera otra advocación. ¡Un pifostio!

Agustín Berrueta, a propósito del caso, habla del «lado oscuro de la idiosincrasia leonesa». Y piensa el cronista que se trata de mundos cerrados y encerrados en sí mismos, en los que el público (la gente) no cuenta para los mandamases a la hora de programar. Ellos deciden por su cuenta y sin ninguna empatía ni con la ciudad ni con sus habitantes y visitantes. A mediados de abril, el día 22, delante de San Isidoro, cuando tiene lugar el acto de lectura de los Fueros y presiden Gamoneda, Merino y Aparicio, no está presente ni un solo representante del Ayuntamiento, de la Diputación, o del propio clero. Ahora nos ofrece el ayuntamiento para julio unos fastos para celebrar eso mismo; pero en plan pifostio...

¿Qué, si destruyen una plaza única? ¿Qué, si derriban la casa más antigua? ¿Qué, si pretenden encerrar a los estudiantes de música en la quinta puñeta debajo de las gradas de un campo de futbol? ¿Qué, si tienden una línea de tranvía, y hasta compran 4 trenes, que nunca funcionará? Pifostios que no parecen importar a una ciudad que traga carros y carretas en una sospechosa y mansurrona anuencia con este tipo de personal «pifostio». ¿Será este el lado oscuro de la idiosincrasia leonesa, al que Berrueta se refiere?

Como la historia se repite, aunque en forma de farsa, el cronista recuerda otro pifostio, también en la catedral, cuando, con ocasión de la inauguración del nuevo órgano, hace 4 años, al maestro organista leonés de prestigio mundial, Adolfo G. Viejo, de Lugán, los canónigos, metiéndole prisa antes de su actuación, no le dejaron ensayar a gusto. De talibanes dicen las malas lenguas que los tachó Adolfo. No lo oyó el cronista. O no quiso oírlo.
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