Pies que no dejan huellas

05/01/2016
 Actualizado a 13/09/2019
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Esos pies que ves no dejan huellas. No es que se las coma la niebla, es que no dejan huellas, su trabajo es no dejar huellas, su vida es el silencio, su destino es no ser.

Son los pies que esperan a esos personajes que no pueden distraer ni un segundo de su valioso tiempo en mirar a la carretera. Se sientan en el asiento posterior, escuchan a su Jefe de Gabinete mientras les lee el periódico que habla de ellos, contestan al teléfono si es de su amante –que en la pantalla pone Andrés–, tuercen el gesto ante la bajada de la bolsa, sonríen ante la subida en las encuestas, escuchan cuando les dicen las claves de su visita:«León, tren, progreso, futuro, apuesta, nosotros, nosotros y nosotros, León, carbón, progreso, futuro».

Hay niebla. «Estos pueblos tristes y fríos, nos vamos».

Se van. Quedan los pies esperando a nadie. Queda vacío el coche que anidaría en su asiento posterior estratégicos asuntos de Estado.

Queda el dueño de estos pies al que nadie dará una explicación ni él la pide. Su trabajo es no dejar huella. Su trabajo es no preguntar. Su vida es igual al sol que a la niebla. El importante, el de las fotos, iba a ser el ministro que no viene pero que vendrá. El importante, el de las fotos, iba a ser el ministro que otra veces viene, por más que Mauri se empeñe en que también son importantes los pies que no dejan huellas.

En su trabajo. En su vida. La de Mauri y la de los pies sin huellas.
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