"Pierdes una pierna y la otra y el riñón... pero hay que seguir"

Daniel Cerezal lleva muchos años con un verdadero calvario de salud. Ha perdido las dos piernas y un riñón, pero sigue adelante, con muy buen humor y ganas de luchar. Claro que tiene un excelente ejemplo en casa, su madre, que ha criado 17 hijos en su Corcos natal

Fulgencio Fernández
10/12/2017
 Actualizado a 18/09/2019
Daniel Cerezal sentado en el escaño de su casa de Corcos junto a su hijo Rubén, al calor de la lumbre que atiza su madre, Asunción. | MAURICIO PEÑA
Daniel Cerezal sentado en el escaño de su casa de Corcos junto a su hijo Rubén, al calor de la lumbre que atiza su madre, Asunción. | MAURICIO PEÑA
La historia de Daniel Cerezal es una historia de lucha con mayúsculas, la de un tipo indomable, que se niega a rendirse y, contra viento y marea, sigue adelante. «Todo empezó en la mili con una enfermedad de la sangre, un nombre muy raro, lo sabe el chaval. Yo pesaba algo más de 70 kilos y me quedé en 38 pero al licenciarme volví a luchar». Se refiere Daniel a competir en lucha leonesa, deporte que practicó y en el que es recordado con mucho cariño por los aficionados, por su fuerza, por su nobleza, porque iban varios hermanos juntos –cuatro– y contaban mil historias de su pueblo, Corcos, y de su familia, pues fueron 17 hermanos aunque, explica su madre Asunción, «dos murieron muy pequeños y otra, Pacita, hará ahora diez años».

Todo empezó en la mili, con una enfermedad de la sangre, llegué a pesar menos de 40 kilosVolvamos a Daniel. Volvió a luchar pero lo del deporte fue como una metáfora, la vida fue la que le obligó a una pelea sin cuartel. La enfermedad, la maldita enfermedad y la mili, volvían una y otra vez. Treinta años de batalla en la que muchos se hubieran rendido, Daniel no, y además con un caráctervitalista y alegre, sorprendente. «Primero me amputaron una pierna; después un riñón; parte de los dedos de una mano y, finalmente, la otra pierna. No hace mucho que le llegó la segunda pierna ortopédica. «Me estoy haciendo a ella. Por casa ya ando sólo con una muleta, pero claro que voy a volver a andar normalmente. Cuando me pusieron la primera incluso bajaba a jugar al fútbol a Almanza con ella...».

Es increíble Daniel. Ríe abiertamente, sueña con que el chaval, Rubén, que también es luchador, gane los corros que él no pudo. «No era de los peores pero había mucho nivel. Nunca olvidaré la caída que le di a Ernesto en el Corro del Millón, que acabó ganando él ¡Qué bueno era!, aunque mi hermano Jesús...».

Y regresa al largo calvario de hospitales y de ciudades: Zaragoza, León, Santander... muchas plantas de hospital, mucha gente desanimada y ahí estaba Daniel. «Al que se quejaba de que le faltaba una pierna le contaba... y a mí dos y voy a volver a bailar, que me gusta la fiesta».

Y a los que no les hablaba de su madre, Asunción, «que parió 17 hijos y crió a quince».

Y con su madre ha regresado a recuperarse, ¿dónde mejor? Asunción, presente en la conversación, asiente, sonríe al ver las ganas de vivir de Daniel, le dice al nieto —Rubén— que nos cuente él la enfermedad de su padre y, cada poco, insiste. «Pero, ¿no se quieren quedar a comer? Aquí siempre hay un plato de garbanzos para cualquiera que llegue».

- Y más cosas en el arcón.
- Claro. Con quince y el marido en casa siempre había que tener.

Después de amputarme la primera iba a jugar al fútbol, y sin las dos aún seguía conduciendo el tractorNo aparenta los 85 años que tiene, ni los quince hijos a los que dio de mamar... lo que sí se entiende es el carácter positivo de Daniel viendo el de su madre, que recuerda tanta gente que pasó por aquella cocina a comer un cordero, o a las matanzas... a lo que fuera. Tiene hijos por media provincia —Mondreganes, León, Quintana, Valdealiso y Pacita vivía en Almanza...—, y 26 nietos y biznietos...

Cuenta historias, muchas, de tantos sacrificios, de los jabalíes que ve desde la ventana... y si no se acuerda cuenta con la ayuda de Rubén, el nieto que está en casa y va al instituto a Cistierna, que produce ternura ver cómo mira a la abuela y musita «la abuela es mucho».

Salimos a la calle. Daniel se maneja con las muletas, su madre se queda en la puerta, como hacen las madres, e insiste... «Pero, cómo se van sin comer nada?».
Daniel se ríe, como si tuviera motivos. Y los tiene, mira para el chaval y los encuentra. «A ver si este año convence a los primos y entrenan en Almanza... El chaval es bueno».

Nada espero con más ganas que contar la victoria de Rubén Cerezal.
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