Pi, pi, piiiiiiii

18/01/2022
 Actualizado a 18/01/2022
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Un pitido sereno me despierta. Tiene una cadencia estudiada que da sentido a los números que aparecen en una máquina de vida que soporto tras unos cables que salen de mi cuerpo, no sé exactamente de qué partes. 45 pulsaciones, 100 saturación de oxígeno, 9-6 tensión. Noto una opresión en el brazo que barema la corrección de cifras y continúa un pi pi tranquilizador. En la sala de despertar vuelve el aliento y la solidaridad con el dormido, con su propio pitido, que a veces se encabrona. Vuelve a su sitio, 70, 100, 12-7. No reconozco a ningún político desnudo, como yo, en la sala. De este lado del mundo, no han cruzado la puerta giratoria que da paso al Hospital berciano. Aquí se abre otra galaxia que desconocen incluso cuando intentan viajar a ella en nave electoral. No saben que aquí escasean los pijamas, que han hecho dos cambios de turno en una noche porque ya, encajar las piezas sin tenerlas, se hace imposible. En este micromundo se tose pero de una manera seca. Pi pi. De este lado de la puerta lo que importa no son los discursos bien atados de vacas que hacen mu y las pasan canutas retenidas en una cárcel. De este lado es ofensivo que se abran cajas de cristal para encontrar líderes cuando aquí Luisa tiene que llevar su pastillero de casa porque le dicen que la farmacia no ha servido su medicación. Pasada la giratoria sube la temperatura lisiada, se descorchan los virus y caen los gritos bárbaros destinados al aplauso detrás de atriles con siglas. No sirve más discurso que solucionar en silencio. Lo demás, es indigno y un relleno de urnas huecas que solo van a rebosar los acólitos de un sistema que piensa en clave de sillones y no en ese lado comatoso de la sanidad berciana. Piiiiiii. La máquina detecta una respiración sentenciada…y siento que para los políticos, ese sonido no es más que un, vaya, una papeleta menos.
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