Peugeotaris, caballeteros...

01/03/2019
 Actualizado a 13/09/2019
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Hay coches que son mucho más que un aparato para llevarte de un sitio a otro, que significan mucho más que haber tenido vehículo; son pura historia, forma de vida.

Hay nombres que podían ser capítulos de nuestra historia reciente con los mismos méritos que la Conferencia de Yalta, la Guerra de las Malvinas o la irrupción de Gorbachov (de Franco no me pidáis que escriba que ya estoy un poco ‘estragao’ del asunto).

¿Alguien puede ilustrar mejor que el Seat 600 –El Seiscientos– cuando nos empezamos a quitar el pelo de la dehesa allá por los años 60 yendo de vacaciones a las playas más cercanas con siete maletas en la baca, la parienta de copiloto, la suegra en medio del asiento de atrás y cuatro o cinco rapaces alrededor? Completa la imagen con el paisano lanzando juramentos en el 13% del Puerto de Pajares al tener que levantar la tapa del motor para que se airee, pues se pegó un calentón.

¿Y la aparición del 2 Caballos?, un Citroën con diéresis que para eso era francés, con ruedas casi de bicicleta que rompía nieve como la quitanieves de la Diputación, la de ahora, que entonces no había. Mucho más moderno que el Seiscientos, francés, descapotable a veces... ¡Menudos eran los caballeteros!

¿Y los ‘peugeotaris’? ¡Qué gente tan moderna!, cogían su Peugeot, a la aventura, recorrían el desierto, media África y al llegar a destino lo vendían.

Pero el inventor y rey de la fusión fue el 4 Latas (Renault 4 L), el coche para todo. Lo mismo metías dentro a toda la familia que la sal para llevársela al monte al ganado,las herramientas del albañil, gaveta incluida, o las azadas para hacer las presas.

Todos duros como piedras. Y con un mercado de segunda mano como casi ningún otro ¿Por el coche? No, porque es la única forma de viajar al pasado.
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