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Pésames proscritos

04/06/2020
 Actualizado a 04/06/2020
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Hay familias que velan féretros vacíos. Lágrimas huérfanas. Entierros mínimos sin muerto. Hay pérdidas que niega el Gobierno. Hijos que acuden a sepelios de cuerpo ausente. Vidas rotas sin siquiera el gélido desconsuelo de la estadística. Pésames proscritos. Campanas que aceptan sobornos. En España hay fallecidos perdidos, decesos intermitentes sepultados por los números del Ministerio de Sanidad. Fernando Simón dice que ya no muere nadie por la covid-19 pero las autonomías reportan fallecidos cada mediodía. «Reportan», qué mecánico improperio. Pocos, muchos menos que antes, pero igual de respetables. Anuncia días sin muertos en mitad del luto pero luego acusa a los periodistas de fabricar titulares. «¿A dónde irán los muertos que no contamos?» les imagino comentar en las reuniones del comité de expertos anónimos con la misma irresponsabilidad vergonzante que Irene Montero el 9 de marzo. Dónde descansarán sus pobres huesos ultrajados. Cómo afrontar desde la negación institucional el duro trance del duelo si ayer no murió nadie pero viste dar tierra a tu abuelo.

Este Gobierno tiene un problema con la verdad porque está obsesionado por imponer su relato. Algo más se le tendría que pegar del independentismo. Cronista parcial, historiador sin distancia y notario de parte. La España de Sánchez es la verdad de Tezanos y Simón. Chitón. El resto es incómodo y tan poco patriótico como los Guardias Civiles que no acatan órdenes ilegales de Marlaska o los funcionarios que denunciaron aquel ‘affair’ furtivo de Ábalos y Delcy en Barajas. La ejemplaridad a lo Maxim Huerta la sepultaron las legislaturas breves y socios de mal agüero. Qué pronto se ensucia la transparencia.

El maldito virus ya no encarga esquelas, no se empeñen. Es la verdad sanchista de la desescalada apresurada. Vertical, artificial, mística, gubernamental y leal. Una verdad sin veracidad que infecta nuestra democracia.
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