18/12/2019
 Actualizado a 18/12/2019
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Que la lluvia que estos días asola León y otros puntos de la geografía española no nos haga olvidar que hay quien criminaliza a la niña agredida sexualmente por tres adultos en Aranda de Duero. Porque quizá hay quien no recuerda que ella tenía 15 años y ellos eran mayores de edad, así que si tenían tanta madurez para creerse estrellas de fútbol, también lo tendrán que ser para cumplir la condena. Es curioso cómo cambian los argumentos según quien sea la víctima y el agresor. Hasta ahora pensaba que siempre había que proteger al denunciante, como había sucedido con la Manada. Y más en este caso, en el que estaba implicada una niña de 15 años ante tres jugadores de fútbol, con todo lo que ello conlleva en un pueblo no lo suficientemente grande como para que nadie los conociera. ¿Por qué hay quien piensa que la culpable es ella por subir a un piso con tres adultos y no son ellos por querer tener relaciones sexuales con una menor, a la que llevaban varios años de diferencia? ¿Por qué no los llamamos como son, pederastas? Menos mal que fueron pocos los que se manifestaron en Aranda, al igual que no son tantos los defensores de estos tres jóvenes que quieren limpiar su supuesto honor difundiendo los supuestos audios de WhatsApp de la menor, y que ojalá sean sancionados por ello, ya que es otro delito. También habría que recordarles que ya no les ampara la presunción de inocencia, puesto que hay una sentencia que tendrán que cumplir a menos que el recurso que presenten llegue a prosperar. ¿Por qué tenemos que creer su versión frente a la de la víctima? Son las perversiones de cierta parte de la sociedad, en la que resulta más factible atacar a la menor (llámese Greta Thunberg y su lucha por el medio ambiente) que actuar y pensar con sensatez.
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