23/03/2019
 Actualizado a 14/09/2019
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En ‘La analfabeta’, Agota Kristof se pregunta cómo habría sido su vida si no hubiera dejado Hungría para exiliarse en Suiza y librarse así de las cadenas del régimen comunista. Para encontrar otras: un destino de refugiada, una lengua extraña, un trabajo sin estímulos en una fábrica de relojes. «¿Cómo habría sido mi vida si no hubiera dejado mi país?», dice. Sólo tiene una certeza: «De lo que sí estoy segura es de que hubiera escrito lo que fuera, en cualquier lengua». Kristof, que cambió el húngaro por el francés con la ayuda de los diccionarios, tenía tan clara su naturaleza de escritora que no podía hacer otra cosa que cumplirla, allá donde estuviese y fueran cuales fueran sus circunstancias.

El desasosiego de Kristof se me junta estos días con el de Manuel Rico, del que estoy leyendo sus diarios de los años ochenta, recién publicados con el título de ‘Escritor a la espera’. Los empezó como parte de un aprendizaje narrativo para realizar con acierto el desarrollo de su primera novela, iniciada un año antes. «Es la tercera vez que me propongo trabajar en una narración larga y todo son incógnitas», escribe.

Una inseguridad que es constante en los trabajos artísticos, porque nunca se terminan del todo ni resultan perfectos. Muchas dudas que se mantienen sin embargo en la seguridad de un camino que es vocación y forma de vida. «Uno se hace escritor escribiendo con paciencia y obstinación», dice Kristof. No es tan fácil como los «tú puedes» de las tazas de Mr. Wonderful, pero tampoco tiene por qué ser imposible.

«¿Por qué nadie nos dice que podemos dedicarnos a esto, que podría ser una carrera para nosotros?», preguntaba un chico en el encuentro que hicimos el 8M con mujeres de las artes escénicas. Estaba con un grupo de adolescentes, alumnas y alumnos de danza y de teatro, que fue el más activo en las preguntas del público.

Una de las participantes, Morgane Jaudou, de la compañía berciana Maintomano, se lo tomó con humor. «Llevo casi veinte años como artista circense y cuando le digo lo que soy a alguien que no me conoce, siempre responde: ‘Ah, bueno. ¿Pero de qué trabajas?’».
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