Persiguiendo la talla 0, por Sofía Morán de Paz

Atrás quedaron los tiempos en los que Marilyn Monroe o Sofía Loren, mujeres voluptuosas de caderas anchas y piernas redondeadas, eran los modelos a seguir

Sofía Morán de Paz
07/06/2020
 Actualizado a 07/06/2020
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Si escribimos en nuestro buscador de Google algo tan aparentemente inocente como «adelgazar», «perder peso con rapidez» o «cómo no comer», en menos de dos segundos aparecen más de 84 millones de resultados. Si subimos un par de escalones más, y la búsqueda es «cómo vomitar», los primeros resultados a los que podemos acceder tienen nombres tan grandilocuentes como: tutorial para vomitar, cómo vomitar de forma segura, tips para vomitar sin fallar en el intento o el proceso correcto para vomitar.

Ya hay más de 2,5 millones de páginas web dirigidas a menores, en las que se hace una descarnada y peligrosa apología de la extrema delgadez. Ahí se esconden miles de víctimas de los trastornos alimentarios, ahí comparten experiencias, tips para adelgazar, para vomitar, y los trucos imprescindibles para esconder el problema al entorno familiar. Todo ello envuelto en un halo escalofriante de normalidad, de inocente promoción de un estilo de vida que hay que seguir, sin absolutamente ninguna conciencia de enfermedad. «Come mirándote al espejo, preferentemente desnuda o con muy poca ropa, para que veas lo gorda que estás». «Un vaso de vinagre antes de comer, te quita el hambre». «Si vas a vomitar puedes poner música fuerte y abrir algún grifo para que tu familia no lo escuche». Ingerir 500 calorías en tres días, ejercicio compulsivo, masticar, pero no tragar. Y una felicidad que se mide en función de la ingesta, cuanto menos, mejor. Y a partir de ahí, imagínense donde están los límites.

Cuando todo esto no se vive directamente, podría parecer un asunto menor. Ya saben, lo de pensar que en realidad no son más que caprichos, o chiquilladas propias de la adolescencia, coqueterías o rebeldías sin importancia. Especialmente en una sociedad que glorifica la delgadez, y en la que muchas veces normalizamos las conductas de riesgo.

Pero lo cierto es que son enfermedades graves, trastornos mentales que se caracterizan por un comportamiento patológico frente a la ingesta alimentaria y una obsesión por el control del peso. La anorexia nerviosa y la bulimia son las más frecuentes (afectan a un 5% de la población joven, especialmente mujeres) y también las más conocidas, pero también existe el trastorno por atracón, la ortorexia (obsesión por la comida sana) y la vigorexia (la obsesión por el ejercicio físico).

Hubo unos años de importantes campañas de publicidad, duras, agresivas, donde se mostraba la realidad de estos desórdenes alimenticios. Recuerdo los debates sobre el peso que debían alcanzar las modelos para acceder a la pasarela Cibeles, los modistos enfurecidos y el índice de masa corporal a debate.Ahora, sin embargo, los debates sobre la talla surgen cuando una modelo de talla 44 se cuela en la portada de una revista de moda, y el personal se rasga las vestiduras ante semejante irreverencia, tachándolo incluso de apología de la obesidad, y de la irresponsabilidad más absoluta por defender un estilo de vida poco saludable (¡hay que joderse!). La indestructible tiranía de la delgadez.

Atrás quedaron los tiempos en los que Marilyn Monroe o Sofía Loren, mujeres voluptuosas de caderas anchas y piernas redondeadas, eran los modelos a seguir.

En los últimos años, el inicio de estos desórdenes alimentarios se adelanta en muchos casos hasta los nueve o diez años, con niñas que pasan de jugar con sus muñecas, a mostrar preocupación por el aspecto de su cuerpo. «No te comas eso, ¿quieres que te llamen gordi en el colegio?», «qué guapa está la niña, ¡ha adelgazado!», «no te pongas el vestido verde que te marca los michelines». Las referencias al cuerpo son constantes, y el mensaje, evidente.

Vivimos rodeados de postureo, bombardeados por imágenes de mujeres perfectas, bellísimas, figuras esbeltas con piel de porcelana. Imágenes irreales, cargadas de maquillaje, filtros, iluminación, y retocadas hasta el extremo. Esa belleza imposible si resulta que eres de carne y hueso. Pero tragamos el anzuelo. Siempre. Con quince, y también con cuarenta.

Sofía Morán de Paz (@SofiaMP80) es licenciada en Psicología y madre en apuros
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