22/07/2015
 Actualizado a 18/09/2019
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En quince días, este julio se ha convertido en el mes que más víctimas por violencia de género registra en 2015 –en ellos, cinco mujeres han sido asesinadas en España por sus parejas o exparejas–, no me parece para menos que para, además de sentir vergüenza congénere, aflicción y condolerme, maldecir a los asesinos.

Me limito a las víctimas de asesinato de género que contabiliza el Gobierno en lo que va de año. No contemplo otras cifras, mayores, e interpretaciones existentes –ver feminicidio.com donde incluso se dan datos sobre varones víctimas de violencia de género– que nos llevaría más a un debate conceptual y jurídico que a detenernos y reflexionar sobre este alarmante y crónico mal estado de cosas. Como sociedad aún nos queda mucho por aprender de comportamientos igualitarios –los usos aceptados entre la juventud dan pavor– no ya en el seno de las relaciones sociales y laborales, sino en especial en las de ámbito más doméstico e íntimo.

Todo indica que no sólo no estamos educados en decir –y decirnos– no, sino que aún menos lo estamos en entender y asumir un no como respuesta. Menos, si éste nos es dicho en donde o por quien, se quiera o no, se tiene interiorizada, por los siglos de los siglos, una relación de poder de cuyo ejercicio y mantenimiento algunos creen depende su ‘prestigio’, su cualidad de hombre.

Menos mal que, al menos, ha venido desapareciendo aquella muletilla de ‘crimen pasional’ tan románticamente unida en el inconsciente colectivo al ‘amor’, tal que ese otro falso componente que casi se le atribuía esencial: ‘los celos’. ¿No debería ser de obligada enseñanza y aprendizaje el poema ‘Libre te quiero’ de Agustín García Calvo, tan bien musicado por Amancio Prada? «Libre te quiero… pero no mía».

El año pasado fue el que registró más suicidios consumados entre los agresores asesinos, un 30,2%, quedando otro 7,5% en grado de tentativa. ¿No debería encargarse a una comisión de sabios la redacción de un breve manual sobre ‘cómo morir de amor, sin asesinar a nadie’ o ‘elogio del previo suicidio’? ¿Se imaginan la pervivencia que tal manual podría representar? Veinte mujeres no habrían muerto y se sentirían un poco más libres.
A todas estas víctimas habría, en justicia, que sumar aquellas otras conducidas al terror, a la total desesperanza, a lapropia muerte, por el acoso psicológico continuado.

Sí, maldito, sí, bien sé que me leerás y sentirás el dedo acusador de todos a los que nos has privado de quien era ¡Miel y almíbar! ¡Libre!… pero no tuya.
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