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Perimetrando veraneantes

29/07/2019
 Actualizado a 15/09/2019
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Aquí estamos ya «los veraneantes», perpetrando el regreso al hogar, como las golondrinas que pueblan los aleros y los vacíos pajares. Igual que a los incendios, lo primero que intentan los residentes habituales es perimetrarnos, asunto que parece de suma importancia como primer paso a la extinción, que se va alargando. Pero los veraneantes, como los grandes asuntos de estado sin resolver, y al decir de la vicepresidenta del Gobierno en funciones, vamos, también, decayendo. Vamos decayendo de creer en las palabras de unos políticos a los que se les llena la boca con «acabar con la España vaciada» mientras se muestran como: «esas reatas de ciegos, en las que el más ciego de todos avanza de lazarillo capitaneando a los más ilusos» como escribía Luis Mateo Díez en ‘La fuente de la edad’.

Perimetrando, decayendo, obviamente (el otro tercer palabro). Palabras que se van apoderando de un verano que, en León, se muestra propicio al cambio en la Diputación (donde según el vulgo «está la pasta») y en el Ayuntamiento, donde se centran las ideas de tranvías que se compran y se venden antes de estrenar porque se han dado cuenta de que no van a ninguna parte. Y que tampoco sirven para retener a los cada vez más cuantiosos jóvenes emigrantes que no encuentran aquí nada que rascar, nada que perimetrar, y nada de lo que decaer, lo que, obviamente, produce un terrible desencanto.

En ‘La fuente de la edad’ reeditada por Debolsillo junto con ‘El expediente del náufrago’ y ‘El paraíso de los mortales’ bajo el título de ‘Los caminos de la quimera’ nos vemos los leoneses ciertamente perimetrados. Gentes que, obviamente, vamos decayendo, hasta la náusea. En palabras del autor: «Los Cofrades que protagonizan la novela, heridos por la mala fortuna de unos tiempos infames, que son los que les toca vivir, buscan en la Fuente la felicidad eterna que solo puede construirse con la sabiduría y la libertad, ese placer no ajeno a la inocencia, en un tiempo donde poco queda de la misma, y que hay que ganar con el esfuerzo de la imaginación».

Perimetrando fuegos interiores que no decaen por poco que, obviamente, lo intentemos con todas nuestras fuerzas este verano sin gobierno en la nación y con el panorama leonés en manos, nuevamente, de una izquierda que tampoco parece leer a nuestro maestro de Villablino, ya que, de hacerlo, obviamente, se tiraría por un barranco, incapaz de resolver el gran problema de un León que se continúa vaciando.

Los niños de Vidanes solíamos perimetrar a los veraneantes preguntándoles: ¿Tú, cuando viniste, ya estabas aquí, o viniste después? Y ninguno contestaba.
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