Peregrinos o el homenaje a Buenaventura Durruti

Por Javier Carrasco

25/03/2020
 Actualizado a 25/03/2020
Detalle de la escultura 'Hálito a Durruti', de Diego Segura, en la plaza de Santa Ana. | MAURICIO PEÑA
Detalle de la escultura 'Hálito a Durruti', de Diego Segura, en la plaza de Santa Ana. | MAURICIO PEÑA
Si el medio nos determinase de algún modo, Buenaventura Durruti no habría sido anarquista, porque durante mucho tiempo lo primero que vio al salir de casa era la Iglesia de Santa Ana, con su doble espadaña enladrillada y su campanario, situada en la plaza del mismo nombre, al lado de las modestas viviendas aportaladas, ahora desaparecidas, donde residía la familia Durruti. Hoy, de aquel popular enclave constituido principalmente por aquel grupo de casas de dos plantas erigidas sobre unos soportales, del que arrancaba la calle Barahona que conducía a Puerta Moneda y de ahí a la calle de la Rúa donde ya podíamos decir que habíamos dejado atrás los arrabales de la ciudad, no queda nada.

Convertida la plaza en jardín, en su entrada, viniendo del Rollo de Santa Ana, la Confederación General del Trabajo de León quiso rendir en el año 2009 homenaje a la memoria del histórico anarquista con una escultura, Hálito a Durruti, de Diego Segura, emplazada a pocos metros de donde nació. Se trata de dos bloques irregulares de piedra, enfrentados y separados por un espacio de unos cincuenta centímetros, donde se eleva un cilindro de bronce entre dos huecos en forma de concha, recubiertos de bronce, que hay en el interior de los bloques. Al pie, una pequeña placa donde se lee, no sin dificultad por el reducido tamaño de la letra, el propósito que ha guiado al sindicato anarquista. He aquí la declaración de intenciones de ese homenaje, además de personal, a un colectivo: «Durruti es un personaje universal y no es objetivo de esta obra ensalzar su persona, sino el espíritu, el hálito que lo animó, compartido por miles de mujeres y hombres que lo dieron todo por crear un mundo mejor./ Mujeres y hombres de origen humilde, con afán de aprender, en actitud de entrega apasionada para construir el bien de todos, desde la igualdad y el respeto a los demás./ Esta escultura quiere honrar esa memoria, esos valores, su sencillez, su sentido de la responsabilidad, su actitud, la solidaridad en suma, su LUZ INTERIOR./ La roca simboliza su fuerza de ánimo, la rotundidad de sus conductas, su origen popular. En su interior, como en la geodas, está su esencia, su espíritu de luz, su hálito./ Como una flor de luz interior, este hálito representa ese conjunto de valores éticos, que constituye su valor patrimonial moral de nuestra sociedad y que debemos recuperar y poner en valor./ Esa, y rescatar del olvido la memoria, es la intención de HÁLITO DE DURRUTI.»

Esta singular y sobria pieza es la primera muestra artística que los peregrinos pueden ver al entrar en la ciudad, antes incluso que la factura exterior de la Iglesia de Santa Ana, que tanto recuerda a las iglesias de pueblo, y tendría que suscitar por ese motivo su curiosidad, pero la mayoría pasa de largo sin prestar atención ni a la escultura ni al mensaje, pendientes solo de llegar cuanto antes al ansiado albergue de las Carbajalas y descansar al fin.
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