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Pérdida de la oportunidad

20/01/2018
 Actualizado a 16/09/2019
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En las pasadas fiestas navideñas, juraría que hasta el más sano visitó el médico y/o la farmacia. A mí me recetaron un jarabe cuyo nombre genial me pareció un poema de la curación: Pazbronquial. Cada cuatro horas, un chupito para apaciguar al demonio de la tos. Parecía que la peste había llegado al mismo tiempo que los turrones y todo quisque tenía algo. Niños de ojos vidriosos estrenaban sus juguetes de Papá Noel o de los Reyes Magos mientras padres y abuelos se sonaban los mocos; contertulios de café carraspeaban con saña, como si fuera un argumento más en el debate de las noticias del día; y por las calles, bajo las luces de colores, los bramidos de las gargantas se convertían en un atormentado Miserere.

Nos acordamos de Santa Bárbara cuando truena, se dice, y de la situación de la sanidad cuando estamos fastidiados. Los que tienen una enfermedad no es que se acuerden, es que el olvido es imposible.

Sabemos que la salud de la Sanidad es nuestra propia salud. Por eso cientos de personas de todas las provincias de Castilla y León acuden este sábado a Valladolid con el lema ‘Nos duele la sanidad pública’. Unos dolores que vienen de muchos sitios: desde las listas de espera para ser operado y la falta de recursos técnicos, hasta las condiciones laborales de los trabajadores sanitarios. Conozco casos de profesionales en el Hospital del Bierzo que han estado más de cinco años encadenando contratos firmados mes a mes, todos en el mismo servicio, y el otro día una enfermera me hablaba de algunos que se hacen de lunes a viernes y vuelta a empezar. Añadamos cierres de plantas mientras se pagan operaciones en clínicas o la falta de cobertura de bajas y vacaciones.

Esta protesta llega la misma semana que se ha conocido un fallo del Tribunal Superior de Justicia que obliga a Sacyl a indemnizar con 150.000 euros a la familia de un enfermo de hepatitis C que falleció en el Bierzo en 2014 mientras esperaba un trasplante de hígado. El TSJ dice que una «cadena de retrasos» hizo que tardara un año en entrar en la lista de espera. La sentencia fija que eso ocasionó la «pérdida de la oportunidad» del paciente. Una oportunidad tan crucial como salvar la vida, por si acaso se nos olvida cuál es el objetivo de todo esto.
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