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Pequeño zar es un marciano

27/11/2020
 Actualizado a 27/11/2020
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Yo, la verdad, es que como madre tengo poca paciencia. Cuando veo un rato libre en casa, lo único que quiero es sentarme a escribir. Y me pongo a regañadientes a hacer deberes, manualidades o a jugar con pequeño zar. No soy una madre entregada, he de reconocer. Pero hay algo que hago encantada y que nos divierte a los dos: salir al campo. Y tanto ir al campo le ha educado los sentidos para percibir la naturaleza a su alrededor. Se fija en los escarabajos, en los hormigueros, en los huevos de renacuajos. Cuando vamos por la mañana hasta Atocha, donde coge el autobús que lo lleva al colegio, se para en los árboles y recoge las hojas secas. Así que llega a la ruta con su botín: bayas, hojas, un clavel que le dio una gitana, un escarabajo seco, piedras de colores. Los niños que esperan allí con sus padres remolonean, juegan con el móvil. Ni a uno solo le interesan los tesoros que les muestra Martín. No digamos el día que llevó su peluche urogallo: nadie sabía qué animal era ni cómo se llamaba. Por otro lado, pasar seis meses en La Bañeza y salir al aire libre cada día y escapar en el verano a una aldea de la Cordillera Cantábrica tiene sus consecuencias: el imaginario de pequeño zar está poblado de mastines leoneses, truchas, osos pardos.

Pequeño zar ya se ha dado cuenta de que su mundo no le interesa a los otros niños y se queda con sus tesorines en su rincón. Yo sé que para los otros es una especie de marciano. Pero no me preocupa. En el colegio me dijeron que, tras el confinamiento, muchos niños regresaron a las aulas con adicción a las pantallas. Eso no le ha sucedido a pequeño zar, que no tiene tablet ni le permito entretenerse con el móvil y solo ve Bob Esponja un ratín al día. Si es un marciano, qué le vamos a hacer. Yo también me sentía niña marciana y aquí estoy. Fijaos que creo que los niños marcianos, los peculiares, los raros, son más creativos. Piensan con otra parte del cerebro y ven la realidad de otra forma. Así que pequeño zar es un marciano y tiene una madre marciana. Creo que una de las pocas cosas buenas que estoy haciendo como madre marciana es precisamente alejarlo de las pantallas. Ya tendrá tiempo de pasarse horas delante de una. No hay prisa. Prefiero educarlo en el amor por el aire libre. Amor total. Quiero decir, si disfruta en la naturaleza, aprenderá a respetarla. De esa forma me educó mi padre, y le dio buen resultado (marciano). Ahora me toca pasarle esa herencia a mi hijo. De eso se trata, ¿no?, de dejarle a nuestros hijos una herencia en valores (marciana a ser posible).
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