08/07/2022
 Actualizado a 08/07/2022
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Acabábamos de llegar a Tarifa. Uno de esos larguísimos atardeceres de playa. Nos metimos en el Atlántico y el agua tenía ese color y ese calor distinto. El primer viaje al sur desde hacía tres años. Ya me había acostumbrado a la impresión de bañarse en el Cantábrico asturiano. Ese encogimiento del estómago, esa carrera para entrar y para salir. Allí el agua está entre 17 y 18 grados. Aquí, a 21. Así que nos quedamos meciéndonos en las olas. Cuando salí, cuatro chicos venían en mi dirección. Yo pensé, nadadores de atardecer. Preguntaron, ¿es de alguien esta mochila? Miré de casualidad, ¡y era mi mochila! «Se la quitamos a una pareja que estaba merodeando entre las toallas. ¿Te falta algo?», preguntaron. El móvil y la cartera. «¿De verdad? Pues vamos». Los cuatro chicos en bañador echaron a correr a través de la playa haciendo un esprint que ni el equipo olímpico. Junto a mí se levantó una familia. «Ve tras ellos que te cuidamos al niño. Seguro que los pillan».

Así que salí yo también corriendo. Me di cuenta de que la cartera la había dejado en casa, solo se habían llevado el móvil, pero en el móvil tenía las fotos de los dos últimos años, que yo, como media humanidad, me propongo siempre descargar y siempre pospongo el momento. ¡Mis fotos, no! Aceleré. ¿Has visto pasar a cuatro chicos corriendo? Sí, por ahí, me señalaron detrás del aparcamiento.

Allí estaban, rodeando a una pareja con aspecto de haber pasado mucho. Ella tenía la cara roja como un filete. Uno de los chavales se me acercó y me tendió un móvil, «¿Es este? Dicen que cartera, no». Los hubiera abrazado. «Estábamos en la playa y vimos a esos dos echando vistazos a las mochilas. Nos pareció raro». De pronto lo que me pareció raro era la situación, cuatro treintañeros en bañador, una tía en biquini con el pelo mojado y cara de loca, dos ‘manguis’ con pinta de colgados. De dónde sois. «De Asturias». De pronto llegó un coche de policía y la pandilla de asturianos desapareció y me dejó con mil preguntas.

¿Es eso normal, que te rescaten la mochila, que pillen a los malos y te devuelvan tus cosas? Quiero decir, estamos todo el día quejándonos de que esta sociedad se ha vuelto fría, individualista, cada uno a lo suyo, no miramos para los demás, y de pronto suceden estos pequeños actos de heroísmo cotidiano que te devuelven la fe en la humanidad. Y en las playas y gentes del norte.
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