Imagen Juan María García Campal

¿Penalizar los selfis?

19/02/2020
 Actualizado a 19/02/2020
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Tertulio y un amigo, así como quien sumerge poco a poco un azucarillo en el café, me suelta: y a mí que me da que te estás haciendo liberal conservador. La mirada que le lancé no precisó de atención facultativa, raudo le apliqué una sonrisa. Le pregunté el porqué de su pregunta. Porque ya te metes hasta con los tuyos, me respondió así como ocupándose del segundo azucarillo y olvidándose, como buen conversador y mejor conservador, de que su segundo azucarillo es, de siempre, mi tercer azucarillo. Porque está muy bien la amistad y la tolerancia, pero hay cafés y conversaciones en las que o endulzo el mío o se me subleva el británico Barret en la entraña.

En este país, se está tan acostumbrado a los amenes, al sectarismo, digo, que la mínima crítica a quienes por tu misma mano circulan en la vía política basta para que se entienda, por unos y otros, mudanza cuando no perfidia. Si crítico soy con los de que nada espero, cómo no serlo de los que más obligados creo pues les confié el boleto. Ahora, si molesto, lo siento. O lo dejo echado para mayor comodidad. Demasiado aprecio mi ir al propio y libre aire como para tragarme sapos de fe.

Así aireado, me sorprende la gubernativa intención de penalizar la apología del franquismo. Que me perdonen los guardianes de no sé qué esencias, pero me parece como si se pretendiesen penalizar las autofotos, en moderno selfis. Pues ¿qué otra cosa son las manifestaciones que cada cual hace que un selfi mental, que una descripción del propio pensamiento o del ajeno asumido como propio? No les habrá sucedido que como a servidor en el año setenta y cuatro se le exigiese deneí y explicación de por qué había contestado de acera a orilla con un «¡Rojo!» a un «¡Campal!» acompañado de gestual saludo previo. ¿Solo cambiamos la torna o canalizamos mejor el agua?

Coincido en este desánimo penalizador con Iñigo Errejón en que «las restricciones a la libertad de expresión, en el mejor de los casos, se convierten en un búmeran». ¿Mejor que penalizar, y puesto que carga de razón sobra, no será más fácil y hasta cívicamente beneficioso refutar el franquismo exaltado, maquillado o disfrazado con histórica memoria y más educación, con más democracia? La razón no se exalta, la razón argumenta. Lo tengo escrito: Procura… no igualarte a lo repudiado.

¿Qué si no le respondí a mi amigo? Pues claro que sí. Liberal conservador, no, conservador de libertades conquistadas, le dije. Al suelo los azucarillos. Socialicé los míos.

¡Salud!, y buena semana hagamos y tengamos.
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