17/12/2021
 Actualizado a 17/12/2021
Guardar
La mayoría de seres humanos, tratados de forma individual, son razonables y dialogantes. Ideológicamente no es tanto lo que nos separa como lo que nos une y podemos llegar a puntos de encuentro en multitud de temas importantes.

Sin embargo, cuando nos hacemos masa… ¡ay, cuando nos hacemos masa!... Ya sea de forma espontánea o alentados por ‘líderes’ irresponsables que intentan manejar al ciudadano buscando su propio interés, cuando el individuo pierde su propia individualidad para formar parte de un grupo, de una turba con ganas de buscar algún ‘cabeza de turco’ al que dirigir sus iras y frustraciones, nos convertimos en despiadados.

Son muchos los casos de famosos linchamientos e incluso, a día de hoy, no faltan ejemplos de episodios de violencia bajo el amparo de la muchedumbre. Cuando estos episodios violentos se manifiestan, nos alertan y nos dejan perplejos con la duda de si, dado el caso, nosotros podríamos llegar a formar parte de un linchamiento semejante. Sin embargo, en nuestra sociedad ‘civilizada’, son más los episodios de linchamientos públicos de los que en un principio podamos imaginar.

Me estoy refiriendo a la llamada «pena de telediario». Lo que al final viene a ser que la opinión pública y publicada, declare «culpable» a una persona, preferentemente política, sin que los juzgados se hayan manifestado y sin que incluso, en muchos casos, se haya abierto juicio oral.

Esta semana hemos conocido que la Audiencia Provincial de Valencia ha archivado la causa contra Rita Barberá y otros 12 exconcejales y asesores. Lo que para algunos será un alivio después de 6 años de calvario, a otros solo les servirá para que sus familiares puedan intentar pasar página porque ellos no podrán buscar una restitución de su honor ya que, lamentablemente, han muerto. Recordemos que Rita Barberá murió de un infarto a los pocos meses de sufrir un linchamiento mediático en una constante presunción de culpabilidad inconstitucional.

El caso de Barberá no es aislado y podríamos citar otros como el de Camps o el propio Rey Emérito, pero no hay que irse tan lejos y en nuestra propia provincia son muchos los casos de políticos a los que, sin tan siquiera abrirles causa, la opinión pública y la oposición pidieron sus cabezas y otros se apresuraron a entregárselas en bandeja.

Esos políticos tras sufrir ese escarnio, esa angustia de esperar a la justicia que nunca parece llegar y el desprecio de los que hasta entonces consideraban amigos, al declarárseles inocentes (incluso sin ser llamados ante el juez) quedan marcados de alguna manera y los que hasta entonces animaban a tirarles ‘piedras’, miran para otro lado como pensando «son cosas que pasan», mientras otros intentan justificar su injusticia y su participación en el vergonzante linchamiento diciendo el tradicional «algo harían» o incluso poniendo en duda hasta a la misma Justicia.
Lo más leído