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Pellejo ansiolítico

28/11/2021
 Actualizado a 28/11/2021
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Ponerse en el pellejo de otro siempre supone un desafío apetecible. Y es mucho menos dañino para las rodillas que una carrera por el monte San Isidro o una subida al Naranco. Rizando el rizo, mi último ejercicio de empatía ha sido con un perro. Estaba el otro día en un bar tomando algo con una gente muy maja y llegado el punto en que la conversación fue acaparada por un varón que no era el perro, escogí a este último como objeto empatizable, porque nos miramos con ojos de genuina compasión mutua y su sentir me fue transparente.

Nos diferenciaba que yo disfrutaba del bar, con sus paredes forradas de metal oxidado y un musicote que luego, me dicen, derivó en ‘dancedelux’ para las chicas. Elementos, esos, simultáneamente martirizadores para Rico, nuestro canino amigo, quien fácilmente hubiese escogido muerte, pero la correa impone limitaciones. Recibió como compensación una tapita de pan con paté, y unos cuantos perdigonazos de maicitos. Malditas sus carcajadas (las mías), ladraría, y pobre de su churri (la mía) venga pasarle la mano por las perneras que le va a sacar unos brillos en el pantalón de papel de plata.

Hubo palabras de elogio para Rico, consideradas palabrería seguramente. Me oyó decir que era un santo, y malo no soy, debió de pensar el guauguau, pero servil tampoco y me jode mucho que me toquen sin cuidado, que me estiren las patas como ahora. Si quieren que me tumbe yo me tumbo, coño, pero que tampoco se pasen. Eso a un salchicha del Barrio Salamanca no se atreverían a hacérselo (y no solo por paticorto). ¡Que yo esto lo aguanto porque me dieron la pastilla antes de salir de casa, si no iban a ver la que preparaba! Dice mi ama que me pongo inaguantable y que por eso el veteri me recetó el cuartito de lorazepán. Me seca un poco la boca pero no mucho más que cuando duermo y aunque voy medio arrastrado al día siguiente, sería peor si no me lo diesen, porque los nervios me destrozarían y estaría reventado más tiempo.

Eso argumentan los defensores de la solución farmacológica pero desconozco si el Hospital Veterinario de la Universidad de León lo respaldaría. Que pregunte este que tanto me mira y santo me llama, que dice conocer a una veterinaria excelente y deje de flipar intentando conectar conmigo. Basta ya de perronificarse.
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