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Pedos, ventosidades y otras genialidades

14/12/2019
 Actualizado a 14/12/2019
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Dicen los entendidos en esto de la radiodifusión que el oyente de Carlos Alsina va un poco más allá. Y en León está más que demostrado, porque ya nadie duda de que es el locutor con más orejas en el corazón del viejo reino. Ese viejo reino que empieza a dejar de lado esa docilidad tan nuestra, ‘made in León’, y que parece que empieza a ser un poco rebelde.

Rebeldes como el famoso ‘cuesco’ que se oyó en plena entrevista de Carlos Alsina a la que fuera alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. Un simple pedo, de esos que una vez iniciados, ya son imposibles de parar, y cuyo protagonista nunca jamás ve el fin.

En el vídeo se ve perfectamente como el gran conductor, al oír la ventosidad, levanta rápidamente los ojos sin dar crédito, en busca del autor, hasta que lo detecta, señalándole con el dedo, manos a cabeza y risas incluidas.

Nunca un «pedo de caca» como dice mi hijo Dimas, fue tan famoso y tan viral. Tal ha sido la repercusión, que supera con creces aquel famoso ‘Y en Europa’ con Mariano Rajoy, o la última del secretario general de la UGT, que ante la presión y tras contradecirse una y otra vez, buscó refugio en una llamada de teléfono de otro medio.

El asunto ha llegado a tal punto, que Alsina ha sabido aprovechar la ola, y este jueves nos ofreció una rueda de prensa, a imagen y semejanza de las que habitualmente hacen nuestros políticos, no diciendo nada, quitándose la culpa, y por supuesto, no asumiendo su responsabilidad.

Y es que, un programa de radio nunca dejará de sorprendernos y de hacernos felices. Sin embargo, no me extraña que haya gente que no comprenda semejantes genialidades, y busquen la calma de sus perezosas vidas en el insulto y las teorías simples.

El vídeo de esta insólita ‘bufa’, que habré visto ya unas mil veces, porque llámenme simple, pero es que no puedo para de reír, ha sido capaz de hacerme olvidar el cansino asunto de la formación del gobierno y el procés. Un viento que me traslada a aquellos que simulábamos cuando éramos monaguillos en Santa Nonia, para que el compañero que tenía que mover el incensario no fuera capaz de aguantarse la risa. O como el famoso pedo que se tiró Camilo José Cela en una cena de gala. Aquel estruendo fue de tal magnitud, que los comensales se empezaron a mirar unos a otros, y el brillante escritor, al ver ruborizada a la señora que estaba sentada a su lado, dijo: «No se preocupe, señora, diremos que fui yo».
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