Peatonalizaciones y Ordoño II

Marcos Álvarez Diez
23/04/2018
 Actualizado a 31/08/2019
El devenir caprichoso de los acontecimientos, los periodos de bonanza económica y de crisis o los periodos de las distintas labores del campo se rigen por ciclos naturales, muchas veces incomprensibles, que permiten aprender de los errores para volver a cometerlos de nuevo en la siguiente oportunidad.

Algo parecido ocurre con las obras en la avenida de Ordoño II de nuestra capital. Cada pocos años los obreros, con sus herramientas y sus diabólicas máquinas, se adueñan del espacio público para remover adoquines, afianzar firmes o luchar contra las filtraciones eternas del aparcamiento subterráneo que yace bajo los pies de los viandantes.

Y también, como el Guadiana, vuelven a asomar a los espacios de participación, a los periódicos locales o a las cuentas de las redes sociales las opiniones sobre la necesaria peatonalización de comercial avenida.

Concejales y comerciantes han vertido en los últimos días opiniones al respecto. Incluso se han realizado encuestas virtuales para intentar forzar la convocatoria de un pleno monográfico para que los próceres del municipio dejen constancia oficial de su posicionamiento.

Detecto cierta tendencia a justificar la peatonalización atendiendo a los beneficios para los comerciantes allí ubicados o a la mejora en las condiciones del paseo dominical una vez que los vehículos a motor no circulen por el centro de la vía.

Muchas veces se realiza la comparación con la calle Ancha, con la plaza de Regla o con la calle Burgo Nuevo recordando su estado cuando estos espacios permitían el acceso con vehículos y alabando su estado actual peatonalizado en el que el peatón puede disfrutar del espacio sin compartirlo con nadie más.

Ni son comparables las callen que se ponen como ejemplo, ni la peatonalización de las avenidas y la consiguiente prohibición para la circulación de vehículos es un bien en si mismo al que toda ciudad de postín debe tender como eje vertebrador de la política municipal.

No voy a manifestar en estas líneas que yo sea un enemigo de las zonas peatonales. A muchos nos gusta disfrutar de espacios libres de coches, que permiten el paseo relajado y recuperan el espacio para el juego de los más pequeños. Pero tampoco es preciso ensalzar demasiado estas actuaciones que en muchas ocasiones convierten las calles de nuestras ciudades en zonas de conflicto en la que viandantes, ciclistas, patinadores y otras tribus emergentes luchan por dominar el espacio arrancado a los motores de combustión –sobre todo en esas ciudades, como la nuestra, en la que muchos de los carriles bici que se diseñan discurren sobre las aceras destinadas a los peatones…– y que dificultan sobremanera las comunicaciones entre puntos vitales de las ciudades.

Así que la moda de la peatonalización, el gusto por el paseo relajado o la necesidad de licitar obra pública cada pocos años no parecen razones suficientes para decidir sobre la peatonalización de la calle más importante de la ciudad. Calle, que por otra parte, se ha convertido en uno de los pocos ejes que permiten atravesar la población de Oeste a Este sin tener que rodearla completamente por rondas y circunvalaciones. Parece necesario, a la vez que conveniente, buscar algún criterio más para sopesar y decidir con conocimiento de causa. No estaría de más que urbanistas y geógrafos estudiasen el asunto con alguna profundidad.

Uno, que no es ni geógrafo ni urbanista, sí que es persona curiosa y me atrevo a proponer la lectura reposada de la Tesis doctoral ‘Elementos peatonales de las ciudades medias españolas. Tipos, orígenes, relaciones y articulaciones’, del Doctor Héctor Juan Martín Gil que es de fácil acceso a través del servicio de publicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid. En este trabajo se realiza una clasificación de alguna ciudades españolas, entre ellas León, en función de lo que denomina la ‘Huella Peatonal’, un ratio que relaciona los espacios disponibles para los peatones en función de distintas magnitudes características de las ciudades como el número de habitantes o la superficie ocupada. En este trabajo se puede apreciar como la ciudad de León no es de las más espacio para los peatones tiene, pero tampoco es de las que menos. Se encuentra en posiciones medias altas con otras ciudades como Oviedo o Bilbao.

No parece por tanto que exista una necesidad técnica de establecer más espacios exclusivos para los peatones. Y si la lectura del documento que les propongo les parece una dedicación excesiva al asunto, la simple operación de medir las anchuras de la calle Ancha, Burgo Nuevo y Ordoño II nos revela que estas calles peatonalizadas, de aproximadamente diez metros de anchura cada una de ellas, cuentan con la misma superficie para los peatones que el Ordoño II actual, que de los 22 metros de anchura total, dedica una media de 5,5 metros para cada una de sus aceras.

Problemas tiene nuestra ciudad que merecen atención prioritaria antes que dedicar esfuerzos y dineros a obras de dudosa justificación.
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