17/05/2020
 Actualizado a 17/05/2020
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Según Joan Corominas, en su Diccionario Etimológico de la Lengua Española, la palabra ‘payaso’ es término que comienza a utilizarse en España en el siglo XIX, proveniente del italiano ‘pagliaccio’ o ‘saco de paja’, con lo cual se denomina al individuo estrafalariamente trajeado. Esto es, el tipo vestido de modo extravagante, maquillaje excesivo, greñas abundantes, nariz prominente y pintada de rojo, y otros aderezos para llamar la atención. A pesar de ser acompañado de connotaciones coloridas y festivas, mucha gente muestra ante este tipo de personajes, que ocultan así su verdadera identidad, incomodidad y temor; incluso se utiliza ‘payaso’ con la intención de zaherir al adversario o discrepante.

El diputado por la formación política de Ciudadanos, señor Marcos de Quinto, ha llamado payaso al vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias, como si por su palabrería el ‘coleta’ fuese un risible tonto de circo. Sin embargo, en el arte de la política española actual lo más propio es hacer llorar. El insulto es lanzado como un artefacto que, en éste caso concreto, al igual que en otros de la misma índole, califica tanto o más a quien lo expele de su boca como un escupitajo que a quien por apropiado pudiera recibirlo.

No siento ningún entusiasmo por el señor Marcos de Quinto, pero jamás le llamaría payaso. No siento ningún entusiasmo por el señor Pablo Iglesias, pero jamás le llamaría payaso. No siento ningún entusiasmo por el señor Pedro Sánchez, pero jamás le llamaría payaso. No siento ningún entusiasmo por el señor Pablo Casado pero jamás le llamaría payaso. No siento ningún entusiasmo por el señor Abascal, pero jamás le llamaría payaso. No siento ningún entusiasmo por el señor Rufián, pero jamás le llamaría payaso. No siento ningún entusiasmo por el señor Esteban, pero jamás le llamaría payaso. No siento ningún entusiasmo por la señora Ayuso, pero jamás la llamaría payasa (aunque sí ‘paleta’)...

Como se puede observar no tengo lo que se dice verdadero fervor por ningún político del momento. Lo siento. Se atribuye a Voltaire: «No comparto su opinión pero me dejaría matar con tal de que usted pudiera expresarla». Pero expresarla con precisión y educación, yo añadiría. Es obvio que nuestros políticos actuales, esta gente que se dice entregada de cuerpo y alma para hacernos la vida más llevadera, no ha leído a Voltaire. Lástima

Cuando se utiliza de esta forma despectiva la palabra ‘payaso’, las ampollas emocionales no se me revientan por conmiseración con el tal o cual político denostado, sino por el desprecio con que se trata el noble y muy digno oficio de payaso. Es decir, contra la persona que trabaja con ahínco, gasta sus energías y se sacrifica a diario para intentar conseguir abstraer al personal de su rutina diaria, de sus angustias, y le hace reír. Para aportarle nuevas emociones y recargarle las pilas y que así sobrelleve mejor esta puta vida. Y, a propósito de los políticos y de la puta vida, vi en cierta ocasión inscrita la siguiente leyenda en una camiseta deportiva: «Las putas insistimos en que los políticos no son hijos nuestros».

Que se me entienda, pues. Pese a lo expuesto, no tengo nada contra la política en general, todo lo contrario, sino contra esta clase política que padecemos, no sé si con culpa o sin ella o por castigo de Dios. Porque lo otro sería oponerme a aquello tan acertado que dijo el gran Antonio Machado a través de su apócrifo Juan de Mairena: «Haced política, porque si no la hacéis, alguien la hará por vosotros, y probablemente contra vosotros».
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