14/04/2023
 Actualizado a 14/04/2023
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Parece que después de 9 años, con sus altos y sus bajos, quienes sigan la sección de deportes de este periódico no van a leer esta firma al menos con tanta habitualidad como lo solían hacer antes. Es por eso que este pequeño espacio que me toca rellenar cada 15 días puede pasar a ser un buen lugar en el que volcar las letras que antes caían al final del periódico y lo que es mejor, en forma de opinión y no de información.

Y resulta que aunque no queramos verlo muchas veces o no genere el interés que otras disciplinas, debe estar en la cabeza de los aficionados de esta tierra y si es que ésta les importa algo, la defensa de su deporte más tradicional.

Confieso (no me lo perdono y pronto tiene que tener un final) que nunca en mi vida he pisado un corro de lucha. Sí que he estado, asiduamente con mi abuelo de niño, en numerosas boleras de toda la ciudad fascinado siempre por la maestría de esos señores que hacían rodar el bolo con quirúrgica precisión alrededor de su objetivo. Ya escribiendo aquí supe de la gente que arrastran los concursos de juegos tradicionales. Conocía la rana, recuerdo siempre feliz, pero más tarde aprendí lo que era la tarusa, la calva y hasta que la tanga no era (solo) lo que yo pensaba.

Por todo eso, debe estar firme el aficionado leonés al deporte en la defensa de todas sus competiciones y de los que las practican, incluso si no se tiene interés por ellas. La Diputación no ha pagado las subvenciones de los dos últimos años ni a la lucha leonesa ni a los deportes autóctonos, lo que ha llevado a ambas federaciones a parar hasta que se resuelva la situación. Ojalá hubiera muchos patrocinadores que hicieran innecesaria la aportación de dinero público que pudiera destinarse a otras cosas, pero en el caso del deporte tradicional la Diputación tiene la obligación de mantenerlo vivo, como hace con el patrimonio de cualquier otro ámbito.

Así que señores del Palacio de los Guzmanes, igual que intentan que no se caiga una iglesia por abandono, paguen sus deudas y permitan que este templo que es para muchos siga en pie, porque oblgiar a parar un deporte tan necesitado de actividad solo significa una cosa: matarlo.
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