Imagen Juan María García Campal

Patricios: ¡átense los machos!

27/04/2022
 Actualizado a 27/04/2022
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En la vecina Francia el candidato Emmanuel Macron ha ganado las elecciones presidenciales con una diferencia del 17% (5 481 881 votos) sobre su adversaria Marine Le Pen. No es poca la diferencia, pero sí me parece preocupante por varios motivos. Uno, por el crecimiento que elección tras elección presidencial viene teniendo el Frente Nacional para la Unidad Francesa (hoy, Agrupación Nacional), la extrema derecha, desde aquel cero % conseguido por su líder Jean Marie Le Pen en 1974 o desde 2002 en que por primera vez pasó y concurrió a la segunda vuelta alcanzando un 17,8%hasta el pasado domingo en que, ya liderado por tercera convocatoria por Marine Le Pen, ha alcanzado el 41,50%, es decir, 13 297 760 votos; otro, el llamativo dato del aumento de la abstención entre la primera y segunda vuelta (26,3% y 28% respectivamente) y, a todo esto, se ha de añadir la elevada abstención de la juventud y el considerable número de ciudadanos que apoyaron a Macron como mal menor o a nariz tapada.

Así, templada la alegría de unos que gustamos de la política, entre los que me encuentro, y el alivio de otros que de la política no solo gustan sino que también viven, bien creo que unos y otros –sobre todo estos– deberíamos reflexionar sobre tal estado de cosas, sin olvidar, obviamente, como andan por aquí –España toda– el cultivo, siembra y cosecha de ideas y votos de extrema derecha y cómo, mucho me temo, de elección en elección crece también el número de los que, por unas u otras experiencias y desilusiones, votamos al mal menor.

Ya vale de o bien meter miedo a los ciudadanos o bien mantener esa dinámica discursiva que no va más allá, bien del y tú más, bien de contestar día a día intervenciones políticas del adversario, mas sin que ninguno de ellos articule un proyecto y un discurso político capaz de, si no ilusionar si al menos, no producirnos la sensación de que se nos trata más como a lelas gentes que como conscientes ciudadanos.

No hay ciudadano de una u otra tendencia política que se merezca tan poco respeto por parte de sus representantes. Apriétense pues los machos nuestros patricios, no sea cosa que más temprano que tarde nuestra democracia se convierta en, citando a mi admirado poeta Ángel González, «El éxito/ de todos los fracasos/…» ahondando aún más en la ciudadanía «La enloquecida/ fuerza del desaliento…».

De los espionajes con ‘Pegasus’, si acaso, otro día. Hoy ya vale de vergüenzas y soberbias de nuestra nueva aun dudosa y sorda nobleza política.

Buena semana hagamos y tengamos. ¡Salud!
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