09/06/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Guardar
Cuando leía ayer que está recién adjudicada la obra para la apertura de la Era del Moro, el patio en forma de lengua que hay al pie de la muralla desde el Espolón hasta Ramón y Cajal, mis ínfulas de urbanista resucitaron.

Ese urbanista que porto dentro como muchos de ustedes, aunque sean más lo que llevan todo un concejal de la golosa disciplina, lo mismo me empuja ahora a consultar la vista satélite de León que ofrece Google Maps, que me empujaba hace veinte años a dar infinitos paseos por las callejuelas del León intramuros. Algunas tardes de verano no había nada más que hacer que eso, comer helados y ejecutar alguna maldad. También emprender algún acto lleno de candidez, al estilo ‘Los Goonies’ o ‘Stranger Things’, ficciones que ni he visto ni veré. Uno muy ingenuo por mi parte fue dejar un cachito de papel con un mensaje entre unas piedras de un arco de la muralla por la parte de atrás del Instituto Legio. Ingenuo no porque el mensaje fuese un deseo, un sueño o similar, sino por pensar que me pudiese acordar años después de lo que puse.

A mi heterónimo el Urbanista siempre le han alucinado los patios verdes de las casas viejas del casco viejo. Esos jardines tan poco cuidados y tan genuinos con árboles sin podar y rincones superhúmedos son fascinantes. No se espanten, que no les estoy diciendo que mis animales preferidos sean los moluscos ni nada por el estilo.

Con el que siempre despertó mi poco somnolienta envidia es uno pequeñito del edificio de Cardenal Landázuri esquina con Arvejal. Otro por la misma zona pero menos llamativo es el que hay contiguo al Ponce de León. Ya saben, el único colegio público de todo el centro. Concertados los que quieran: Discípulas, Teresianas, Leonés…

Pero el Urbanista lo que quiere es actuar sobre el terreno metropolitano. Y se le ha ocurrido que se podría empezar con una actuación importante en los solares, de no se qué propiedad, a ambos extremos de la plazoletina de la calle San Pelayo. Exagerados y eternamente dejados, podrían ser intervenidos por los chavales de la Escuela de Arte y ser abiertos al público como una maravilla oculta de León y reclamo turístico, inicio de una colección de semejantes, en la estela de los patios cordobeses.

Disfrútenlos furtivamente hasta que se ejecute mi brillante idea, que seguro algún concejal avispado venderá como suya dentro de otros veinte años.
Lo más leído