16/12/2019
 Actualizado a 16/12/2019
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Ahora que ya sabemos cómo lee la Constitución el mandamás del PSC, el partido socio de Pedro Sánchez en Cataluña, el Sr. Iceta, el cual entiende que en la norma que regula nuestra democracia hoy día se reconocen ocho nacionalidades (que él lee naciones) y media, podemos comprender mejor ese su invento de ‘La nación de naciones’. Y entre tales ‘naciones’ no figura León, por mucho que sea uno de los cuatro componentes del escudo español y el reino en el que nació el parlamentarismo según reconoce la Unesco.

Los leoneses, pues, no estamos en la onda. Nos sucede igual a los que vivimos en Cataluña sin haber nacido en ella. Da lo mismo que hayamos trabajado aquí más de 40 años, que hayamos criado aquí a nuestros hijos, o que algunos conozcamos su literatura y su historia mejor que la mayoría de los auto-proclamados nacionalistas y separatistas. Parece que estos, y en este asunto, no se diferencian en nada del resto de los compatriotas, de los que dice Luis Cernuda: «Los españoles no han podido deshacerse de una obsesión secular: que dentro del territorio nacional hay enemigos a los que deben exterminar o echar del mismo».

Tal vez sea esta la ‘patética falacia’ (pathetyk fallacy) uno de los dos vicios literarios de los que abomina el mismo autor. El otro sería el ‘trozo de bravura’ (purple patch). Y entre los dos completarían el panorama real del arte de hablar que practican este Iceta y los suyos, tratando de hacer florituras mientras demuestran su valor ante los separatistas, con los cuales dicen (aunque con la boca pequeña) no estar de acuerdo, pero, según parece, terminarán compartiendo el poder. Y es que la patética falacia de la literatura nunca puede ocultar la verdadera cuestión, que no es otra que la que se termina instalando como única: la división de la sociedad catalana entre ricos y pobres. «Como dos enemigos frente a frente, hambre y frío de una parte, y soberbia y avaricia de la otra», como escribe Cernuda en un poema titulado ‘Otras ruinas’.

Así que esta España de la constitución de 1978 debería ir pergeñando un nuevo escudo en el que figurasen los símbolos de las ocho naciones y media que cuenta Iceta y, de ese modo, no habría ningún inconveniente en que su socio, Pedro Sánchez, pudiera poner en marcha su ‘Nación de naciones’. ¿Y lo de la república catalana? ¿Eso, dónde y cómo encajaría? Aunque, como decía el otro: todo es ponerse. Es lo que tiene aceptar como virtudes esos dos vicios: El engaño sentimental y las frases bonitas. Les valdría más callar la boca.
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