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Paseos ‘inter partes’

28/08/2022
 Actualizado a 28/08/2022
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Hay hechos que relacionan a Álvaro López Núñez con Joaquín Heredia Guerra, y no solo por tener en común el ‘paseo’, o pasado por las armas sin juicio previo.

El primero, un leonés moderado de derechas, fue fusilado y su cadáver hallado y reconocido el 29 de septiembre de 1936, junto al de su hija Esther, en una de las tapias del cementerio de la Almudena, tras ser sacados de la ‘checa’ de la calle de Fomento.

El segundo, un madrileño de izquierdas, fue fusilado e inhumado en una fosa común aún sin descubrir en la finca La Mata del Moral, cerca de Mansilla de las Mulas, tras ser sacado de un antro-celda del Hostal de San Marcos el 21 de noviembre de 1936.

Muertes crueles, injustas y anticipadas; atentados atroces contra los derechos humanos como resultado de una España trágicamente dividida en dos bandos irreconciliables. Ambos casos son arquetipos de la sinrazón que se adueñó de España desde la proclamación de la II República hasta la victoria del franquismo y subsiguiente represión.

La Cruz Roja de León, fundada en 1897, tenía como objetivo recaudar fondos para los soldados repatriados de la guerra de Cuba. La dirigía Alfredo López Núñez, hermano de Álvaro. Alfredo se volcó de lleno más tarde como médico dedicado en particular a la Cruz Roja. En 1950 se creó en León el dispensario de la misma que se ubicó, precisamente, en la avenida que tiene hoy el nombre de Álvaro López Núñez. Más tarde, este dispensario se convertiría en sanatorio. En 1996 la Cruz Roja y la Junta de Castilla y León llegaron a un acuerdo para convertir el edificio en el actual centro geriátrico.

Joaquín Heredia Guerra, llegado a León como funcionario de Hacienda y exseleccionador nacional de fútbol, fue nombrado presidente del comité local de la Cruz Roja, cargo que ocupó desde 1934 hasta 1936. En su historial figura haber sido condecorado el 21 de noviembre de 1935 con la Cruz de la Orden del Mérito Militar como premio a la «patriótica cooperación que prestó al ejército durante el movimiento revolucionario de Asturias en octubre de 1934». A raíz del pronunciamiento de 1936, Heredia consiguió que se instalase en León un Hospital de Sangre para atender a los heridos del frente norte. En octubre de 1936 cesó como presidente de la Cruz Roja e ingresó en prisión acusado de masón.

Varias fueron las declaraciones ante el juez en favor de Heredia, entre ellas la del presbítero de Astorga Manuel Alonso Soto. Como último recurso para demostrar su inocencia e, incluso, su adhesión al «glorioso movimiento», Heredia presentó un recibo expedido por la Comandancia Militar en el que consta la cantidad de alhajas de oro donadas para engordar las arcas del gobierno de Burgos. A lo que se une la relación en León con personas de prestigio, como el catedrático Mariano Domínguez Berrueta, o el capitán de infantería Manuel Pellitero.

La Justicia ordinaria absolvió a Heredia, pero, para su desgracia, lo puso en manos del Delegado de Orden Público Luis Medina Montoro, un benemérito cruel devoto de los ‘paseos’.

Unamuno, desengañado de haber apoyado al principio a los insurgentes y dolido por el asesinato de su amigo el alcalde de Salamanca Prieto Carrasco, escribió a otro amigo,el escultor Quintín de Torre: «Aquí se fusila sin formación de proceso y sin justificación alguna. A alguno porque dicen que es masón, que yo no sé qué es eso, ni lo saben las bestias que fusilan por ello. Y es que nada hay peor que el maridaje demencial del cuartel con la sacristía. Y luego la lepra espiritual de España, el resentimiento, la envidia, el odio a la inteligencia».
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