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Pascua de lunes

01/04/2018
 Actualizado a 19/09/2019
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Larga ha sido la espera, pero todo llega, porque todo está escrito e impreso, en especial el calendario. Ha tardado una eternidad o, más bien, una semana muy holgada y, según dicen, santa. Pero por fin recomienza (todo inicio es un retorno y viceversa) el glorioso, prosaico regocijo de la normalidad, pleno de ausente exaltación, desfile discretamente triunfal de tareas sin estrépito, apoteosis de la calma y el estrés, arrobo de la cotidianidad, penitencia nuestra de cada día, bendito sea quien lo quiera, no se discuta más por ello.

Con el ánimo henchido de prístino y sincero júbilo nos encaminamos –¡mañana mismo!– a una jornada de memorable aunque poco alabada rutina, honrando fervientemente, si acaso, al astro que ilumina tamaño prodigio sin descanso ni fatiga, tal es su forzosa entrega y mudable resplandor, hosanna. Al son acompasado de creencias y fes inocuas y, si se apuran, hasta anodinas, tanto mujeres como hombres podrán llevar el paso como iguales, al trote, al galope o a una cadencia arrítmica propia y sin pauta, según personales apuramientos y maneras particulares del espíritu. Bendito sea el discurrir de las horas animosas, sin tragedias lígneas y florales sobre ruedas redivivas acuciantes en cada mística esquina, oh, milagro sucedido ya, y por fin clausurado. Bendito se torne el cruce de las calles sin piadosas miradas furibundas, bienaventurado sea el prodigio de hallar el coche donde se dejó, el de circular con él apenas detenido por carmesíes y reglamentarias luminarias semafóricas, aleluya, no hay haces de globos en lontananza, aleluya.

Atrás quedarán, desde mañana sin ir más lejos, aquellos momentos exuberantes de achubascadas pasiones, amoratadas aglomeraciones, apresurados papones. Cosa imaginada creeremos fue aquella, de prole ataviada túnica y lúgubremente, transidas bandas y formaciones y tambores y cornetas y esquilas apostados en cada rincón, ciudad terrenal tomada al asalto de arrebatadas huestes celestes del más hondo y rubicundo sentir. El espasmo, la agonía, el éxtasis, la limonada.

Regresa el trajín de los días sin trajines, ni otras galas rarunas. Alabado sea el obsequioso recogimiento del tráfico, el fervor de las sirenas, la dulce resolución de los bocinazos; por siempre eterna y devota la estremecedora caricia de los balcones taciturnos, de las taciturnas aceras. Dulces melodías de dulces nombres de dulcísimas alegrías. Halagüeño estar en el mundo sin tumultos, cortes de calles, matracas ceríferas y cuencas adustas en rostros hurtados. Recobremos, hermanas y hermanos todos, la morigeración incierta de los días y noches sin hervores, el sencillo despojamiento de tanta y tan magna y tan santa y tan conmovedora pompa. Plof. Hala, ya podemos hablar normal. Ya pasó. Cura sana, ea, ea…
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