Son numerosos en la capital los bancos, muros o cualquier otro lugar propicio para sentarse al sol que acogen cada día a gentes que acuden a una cita que nadie convoca, se reúnen de manera espontánea sin necesidad de ‘wasap’ ni llamada de teléfono para concertar. Son los parlamentos al aire libre donde conocen las últimas novedades importantes, las cargadas de cercanía.
También hay que sumar a los parlamentos al aire libre las boleras detodos los barrios capitalinos, en el tiempo que no permanecieron cerradas por lo que todos saben.
Se suelen reunir, sobre todo, atendiendo a su origen. Buscando a otros vecinos que proceden de la misma comarca porque así se enteran de todas las novedades que no aparecen en ningún medio de comunicación: quién se casa, quién se descasa, los enfermos de las últimas semanas, los ingresados en los hospitales, uno que salió en la tele que dicen que es una eminencia, el que se cayó del tractor que casi tiene un disgusto, los que van a aguantar el duro invierno sin moverse de casa, dice que tiene muy buena calefacción...
Parlamentos de lo cercano, disculpas para el necesario paseo que a veces da pereza y, de paso, que vea la luz del sol el perro que, a cambio, no duda en ejercer de notario del diario encuentro al sol de la vieja amistad.
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