Pares o nones en el rural

07/03/2023
 Actualizado a 07/03/2023
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La parte bucólica de la intención de volver al pueblo acaba con los años, como la vida. Es una intención medianera, llega entre el impulso juvenil de querer merendarte el mundo y el tiempo de bajada, cuando ves los restos de los colmillos que te han masticado a tí y te das cuenta de que, no es que hayas perdido la batalla, es que te ha pasado por encima la guerra y ni siquiera la has visto venir. Y para subir un poco el mentón, se te ocurre la escapada rural. Otros lo hicieron antes, creando el concepto de ecoaldea que ha apadrinado proyectos como Matavenero o La Retuerta. Ideas alternativas que apodamos hippies y que en el fondo encerraban colectivos segregados, que querían desgajarse del resto sin sutilezas, poniendo de por el medio el concepto de urbanidad. Pero aquello que para algunos era un reto valiente, hecho a base de manos, sin capitalismos, sin banderas, sin siglas, se quedó en un cartel de se vende. «Se vende pueblo entero», leía con los ojos taladrados en un anuncio que hacía la última familia que se ha quedado en la pedanía de Arganza por las redes del mundo, esas que engañan al encierro abriéndose al mundo. Ni lo alternativo dura para siempre, pensé, en una mezcla entre el desconsuelo y la esperanza. Repoblar y despoblar se tocan por un cartel de se vende. La ecoaldea hippie se traslada a otro mapa. Peón de Arriba está sobre el de Abajo, sí, he echado mano de uno de los primeros capítulos de Barrio Sésamo, aunque no por obvio deja de ser real. Entre ambos se rompen las barreras municipales, uno pertenece a Toral de los Vados, otro a Carracedelo, pero coinciden en compartir un emplazamiento escondido, entre pinares que van sembrando un camino de baldosas de tierra, en subida siempre, y, si es verano, entre nubes de insectos que dan puntadas a los párpados. Y, sobre la platea de la montaña, aparece ahora una aldea de ensueño, con la firma de una arquitecta de mimo. Cada piedra recupera un pasado que se hace presente ahora como emplazamiento turístico. Un albergue que también recoge el apellido eco, pero, esta vez con bandera, siglas y capitalismos. Se vende, se compra. El rural solo pide palpitar, pero ha heredado del humano no creer en sí mismo y dejarse hacer e incluso apellidar. Ecoaldea, no suena mal...
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