17/12/2017
 Actualizado a 17/09/2019
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Un periodo de baja laboral – la primera en 17 años– junto con una avería en el móvil y alguna que otra mudanza de índole profesional, han provocado un cambio de hábitos en las últimas semanas que me ha mantenido casi totalmente al margen de la actualidad y completamente apartado de las redes sociales. Hasta tal punto llegó este exilio informativo que de algunas informaciones locales no habría tenido noticia de no ser porque David Rubio me puso al corriente tomando un Prieto Picudo, ventajas de poder hacerlo de vez en cuando con amigos tan bien informados.

Y cuando llega el momento de salir del ostracismo, uno se da cuenta de hasta qué punto es adictivo mantenerse al margen de los informativos, de las tertulias radiofónicas y de las refriegas del Facebook. Es cierto que te pierdes noticias agradables, como el éxito de los dos nuevos libros de la editorial de Álex Cooper, una de esas empresas valientes que florecen en León contra viento y marea y hacen que sigamos en el mapa, pero ni se imaginan lo higiénico que es pasar tres o cuatro semanas sin oír hablar de Cataluña. Los mecanismos de la adicción hacen que la mente trate de justificarse: es como mejor se está, nos iría mejor si pasásemos más de las noticias incómodas, al fin y al cabo uno no va a solucionar nada por estar al tanto de la actualidad y dar la batalla estéril en sus pequeños círculos sociales, sólo sirve para hacerse mala sangre.

Pero mientras tanto, a unos pocos kilómetros, media sociedad catalana, abandonada por el Gobierno, sigue luchando por liberarse de la imposición del supremacismo y de la segregación. Mientras tanto un hombre muere por lucir la bandera de su país víctima de ese sustrato de bilis asesina del que la izquierda no consigue librarse, porque para algunos es mejor desenterrar muertos de una Guerra Civil que tuvo lugar hace 70 años que ocuparse de los de caen ahora víctimas de un odio irracional impunemente alentado por Podemos (67 diputados) y por la Sexta (9 % de ‘share’).

Otra de las noticias agradables de este fin de año es el estreno de la última entrega de la saga Star Wars, que tuve ocasión de ver este fin de semana y que en esta ocasión parece querer decir que no solucionamos nada escondiéndonos en islas remotas. Es cierto, el aislamiento es agradable, pero resulta mucho más estimulante estar en la resistencia. Cuando la minoría silenciosa deje de tan silenciosa quizá nos demos cuenta de que tampoco es minoría. ¡Qué la fuerza les acompañe!
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