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Parece que no aprendemos

18/11/2018
 Actualizado a 14/09/2019
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La salvajada fue de tal grosor y es una muestra tan macabra dela locura del género humano, que conviene no dejarla pasar en vano. Esta semana han tenido lugar diversos actos que nos recordaron el cumplimiento del centenario del armisticio de la I Guerra Mundial. Todavía está por hacer una reflexión serena, lúcida e interdisciplinar que de algún modo sirva para poner todas las piezas de aquel intrincado rompecabezas en su sitio. La evolución de la vida social en todas sus dimensiones desde la ruptura de la matriz de la cristiandad, la conciencia de las desigualdades y de la pobreza, los intercambios culturales, el librepensamiento, la reacción ante los abusos tardo-feudalistas, el despegue económico no siempre justo de la revolución industrial, el desprestigio de las viejas dinastías, la lectura materialista de la evolución de las civilizaciones, las nuevas antropologías ayunas de trascendencia, el marxismo que ponía como palanca hacia la perfección la lucha de clases, los arrugados demonios de una Europa rota por tensiones religiosas, exclusiones dinásticas, revanchas provincianas, nacionalismos anclados en la época de las Cruzadas y camuflados intereses imperialistas… ylos pecados del ser humano, a veces muy delimitados a la conciencia individual, unipersonal o de clan, empecinados en mantener la defensa a ultranza delmaldito amor propio. Todo y más recorrió el subsuelo de la Europa de entonces, convertido en monumento a la crueldad que dormita en el maldito rincón de nuestra fiera selvática: las «ratoneras» de los horrores de el Marne, Verdún, el Somme, Las Ardenas, las estepas rusas, los Balcanes… ¡La Grande Guerra! siguen diciendo algunos. Casi treinta millones de brazos jóvenes jamás volvieron a sus hogares, ahogados en ríos de barro.

Impacta releer cómo fue el comienzo de la guerra desde el corazón del papa San Pío X, que se le rompió de modo fulminante solo tres semanas después del comienzo de la guerra. Había dicho, como cualquier hombre de fe arraigada: «Esta será la última aflicción que me mande el Señor. Con gusto daría mi vida para salvar a mis pobres hijos de esta terrible calamidad». La Iglesia Católica ha convocado estos días un congreso para estudiar aquelmomento, bajo el título desafiante de «Masacre inútil», frase de Benedicto XV que motivó el grito profético del papa Francisco contra la cultura de la guerra y a favor de la inversión en la construcción de la paz, y que culminó con un lamento lleno de vigor y vergüenza: «Parece que no aprendemos».
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