09/05/2021
 Actualizado a 09/05/2021
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Por el monte corren las sardinas, tralará. Fui a ver a un médico para preguntarle si, dado mi historial clínico, podía ponerme ciertas vacunas y tenía una foto de Miguel Bosé a su espalda. Por lo demás, parecía un buen hombre. En la calle Ancha había otro hombre subido a un taburete, vestido con alzacuello romano, lanzando órdagos y amenazas de predicador: clamaba que el fin del mundo está cerca y que la culpa la tiene la tortilla de patatas. Un guardia civil de los de antes, con mostacho de morsa y tricornio de charol, echó a correr detrás de él, pero no consiguió darle alcance. Me sonaba mucho, el guardia: creo que era el mismo que hace unos días, en un barrio de León, sacó a un okupa de una vivienda con puertas de doble hoja: por lo visto, lo habían raptado los hijos de un anciano con alzhéimer y le obligaban a escuchar las peroratas de su padre. Lo cierto es que los ancianos suelen tener problemas de memoria y en nuestra provincia han organizado una asociación que tiene entre sus fines rendir homenajes al olvido: por la mañana escriben poemas breves y por la noche los borran de la nube. Lo hacen sin encomendarse a nadie. Uno de ellos decía:A ese barco, /certeza sombría,/subiré en el futuro,/solo,/los ojos absortos,/el casco mordido por el viento,/embaucado por las horas que surcan el mar:/suplicando a la noche,/viuda lenta y furtiva,/una limosna de luz. Entre tanto, los niños siguen buscando pepitas de oro en los parques clausurados con cinta policial y las madres jóvenes descubren espejos escondidos entre la hierba. Por la calle veo pasar autobuses que llevan pintadas en sus costados citas de Baudelaire. Al llegar a casa pongo la tele y hablan de una señora, con ojeras de vampiresa, que ha barrido en unas elecciones regionales. Los expertos sostienen que ha sido por mencionar a sus ex y prometer cañas con calamares. Tiene un aire seductor y retrechero y, con boquita de piñón, dice algo sobre el comunismo y la libertad. Apago la tele y me meto en la cama, y de la calle me llega un coro de voces, deben ser los niños que añoran, al oscurecer, el júbilo de los parques. Afino el oído y les oigo cantar: por el mar corren las liebres y por el monte las sardinas, tralará, vamos a contar mentiras, tralará, vamos a contar mentiras, tralará. Luego subo el embozo y me refugio en la verdad huidiza de los sueños.
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