«Para seguir creciendo» en la ULE (también en Internacionalización)

Juan Francisco García Marín
06/03/2020
 Actualizado a 06/03/2020
Con ‘Aires nuevos’ para la Universidad de León llegamos hace cuatro años al equipo directivo, y un soplo de aire sano y fresco hemos tratado de insuflar a la institución que nos honramos servir.

Son muchos los logros obtenidos en la senda de renovación académica y científica de la ULE que entonces emprendimos y que con afán de superación constante nos ha guiado en este tiempo, pero basten unas pinceladas como muestra patente de que la Universidad de León avanza a paso firme y de que el balance de lo hecho es alentador, netamente positivo y merecedor de la confianza y apoyo que necesitamos para su continuidad durante otros cuatro años y la consumación de los retos de futuro y en fase de desarrollo.

Nuestros profesores e investigadores han incrementado sus buenos resultados y siguen hallando respaldo económico para sus proyectos más competitivos. Nuestros estudiantes egresados acceden a puestos y trabajos que requieren elevada competencia y gran formación. Nuestro personal de administración y servicios mantiene unos altos estándares de rendimiento y productividad. La transferencia de conocimiento y la aportación de nuestra investigación universitaria a la sociedad leonesa y berciana y a las empresas no deja de crecer.

La Universidad de León, catalogada antaño de «opaca», ha dado pasos de gigante en materia de transparencia y es hoy una de las 20 universidades públicas españolas con la calificación oficial de «transparente».

También la gestión concerniente a la ordenación de nuestros estudios ha sido eficiente: sirvan como botón de muestra la ampliación de la oferta académica, en especial de títulos de Máster; la renovación de las acreditaciones de nuestros títulos; o la consolidación de los Grados con mayor solera y aceptación -a modo de ejemplo, el Grado en Veterinaria, que, una vez superada la acreditación europea de esta Facultad, ha recuperado su puesto entre los cien mejores del mundo-.

Nuestro profesorado ha recobrado la ilusión y el estímulo al ver, por fin, superada la frustrante situación heredada de estancamiento en que se encontraba. Mediante un giro copernicano en la preexistente política de promoción –bloqueada no solo en los momentos álgidos de la crisis económica, sino también, y queremos destacarlo, antes y después de la misma–, hemos conseguido atender las legítimas expectativas de nuestro personal docente e investigador mediante la dotación de numerosas plazas de Catedrático y de Profesor Titular de Universidad; y hemos adoptado las medidas para tratar de satisfacer, paulatinamente, la acuciante necesidad de rejuvenecer la plantilla, con un crecimiento exponencial de las plazas de Ayudantes y Profesores Ayudantes Doctores.

Con todo, y si los aspectos sintéticamente apuntados son motivo de orgullo para la Universidad de León y para quienes hemos tenido el alto honor de dirigir su rumbo en estos últimos cuatro años, queremos hacer hincapié en la marcada y creciente dimensión internacional de la que, como piedra angular de nuestra institución, hemos querido imbuir a la ULE: hemos querido hacerlo y, más allá de las intenciones, creemos honestamente haberlo logrado de forma sobresaliente –calificación esta que, no en vano, es la que, con una puntuación de 95 sobre 100, nos ha sido otorgada a nivel ministerial por el Servicio Español para la Internacionalización de la Educación (SEPIE)–.

En el actual equipo del Rector Marín (hoy candidato a la reelección) hemos sido muy conscientes de que vivimos en un mundo global y globalizado, donde la ciencia no tiene fronteras y los conocimientos solo pueden ser comunes y compartidos. Ninguna Universidad puede actualmente concebirse sola o desenvolverse aislada; y, bien al contrario, cada Universidad es también lo que es en el mundo y lo que hace con otras. Escaso será el futuro de aquella Universidad que sea solo local. Y cuanto se haga en una Universidad con futuro, deberá tener un alcance internacional.

Desde estas premisas, hemos sabido dotar a la Universidad de León de una proyección internacional jamás antes conocida. A través del intenso trabajo desarrollado desde el Vicerrectorado de Internalización y por el personal adscrito al mismo, se ha registrado un importante incremento de la movilidad, tanto en relación con el profesorado acogido a ayudas Erasmus+ como, especialmente, respecto al número de estudiantes salientes entre los diferentes Programas de Intercambio, el incremento de alumnado extranjero matriculado oficialmente en los títulos de la Universidad de León, así como en la captación de fondos para el desarrollo de proyectos internacionales en el campo de la transferencia de conocimiento, las asociaciones estratégicas o la generación de nuevas políticas europeas. De importancia capital son también los numerosísimos Convenios que se han suscrito con otras Universidades y centros de investigación extranjeros –principalmente a nivel de la Unión Europea–, así como la implicación de la Universidad de León en proyectos internacionales estratégicos (como los desarrollados en Marruecos o Argelia), o su participación, a título ejemplificativo, en la interesante propuesta del Programa Washington World Fellows. Pero si algo nos llena de satisfacción, que no vacua autocomplacencia, es el enorme impulso dado a nuestro Instituto Confucio que, amén de erigirse hoy en el tercer Centro examinador de España, ha experimentado un notable proceso de expansión (con la apertura de aulas de chino en las universidades de Oviedo, Vigo y Valladolid, así como en diversos centros educativos del área de influencia del Instituto Confucio de la Universidad de León). Todo ello le ha valido su reconocimiento en 2019 con el merecido galardón al mejor Instituto Confucio del mundo.

Así las cosas, y con tan evidentes progresos en materia de internacionalización, resulta realmente chocante –por no decir, temerario– que en el programa electoral de la candidatura alternativa a la nuestra brille por su ausencia el imprescindible Vicerrectorado del ramo, cuyas competencias no pueden quedar relegadas a un segundo o tercer plano (o, quién sabe, si a desaparecer), dando así al traste con la muy sólida posición internacional a la que hemos logrado llevar a la Universidad de León en estos últimos cuatro años.

Por poner un asunto (desgraciadamente) de máxima actualidad, muchos han sido los desvelos y arduo el trabajo que en estas semanas, desde que se desatara la epidemia del coronavirus, hemos acometido el actual equipo de gobierno –en especial el Vicerrector de Relaciones Internacionales– para articular los correspondientes protocolos de actuación con los miembros de la comunidad universitaria potencialmente implicados (en particular con nuestros estudiantes del programa ‘Erasmus+’ en Italia), a fin de poder dotarles de las máximas garantías de seguridad a todos los niveles y siendo prioridad absoluta no dejar indefensos a nuestros estudiantes. De igual forma se han coordinado y articulado medias con entidades locales y nacionales, para que las respuestas que se den en cada caso sean lo más efectivas posibles. La experiencia en la gestión de este concreto asunto del coronavirus (en lo que a sus implicaciones académicas, económicas y humanas atañe) nos ha llevado a preguntarnos incesantemente estos días, con suma perplejidad –confesamos–, ¿cómo afrontar una coyuntura tan delicada y de tal envergadura sin contar en el organigrama universitario con servicios y personas con especialización, plena dedicación y responsabilidad en las cuestiones y eventuales problemas vinculados a la movilidad internacional? Imposible de todo punto hacerlo con la mínima solvencia. Esa es, a todas luces, la única respuesta.

Entre todos (profesores, estudiantes y personal de administración y servicios) hemos llevado a que la Universidad de León sea una institución reconocida –también en su grado de internacionalización-, y tenemos el firme propósito de seguir avanzando y mejorando. Entonces, ¿por qué echar por la borda los avances conseguidos? ¿Qué razón hay para retroceder y ‘regresar’ a un pasado que a nadie satisfacía y de vicios que, con mucho esfuerzo, se han logrado erradicar? A nadie se escapa la falacia que se esconde bajo el facilón eslogan de pretendido ‘cambio’ en el posible equipo alternativo encargado de gestionar los destinos de nuestra institución.

Porque queremos seguir creciendo, para poder seguir creciendo, confiamos en que la comunidad universitaria avale nuestra labor de estos años: nuestra reelección permitirá que aquellos ‘Aires nuevos’ continúen dando sus buenos frutos y no sean reemplazados por otras propuestas que –nos permitimos sospechar fundadamente– pueden tornarse en huracán devastador.

Que las urnas hagan justicia y que los candidatos y sus equipos reconozcamos lealmente la justicia de las urnas, que es la justicia de la democracia en la Universidad. Que más que victoria de unos o derrota de otros, gane para siempre nuestra Universidad.

Equipo de la candidatura a Rector de Juan Francisco García Marín.
Lo más leído