Angel Suárez 2024

Para qué molestarse

18/01/2015
 Actualizado a 07/09/2019
Guardar
Ante un problema antiguo y conocido, como es el de la mala calidad y el estado de la piedra de la Catedral, convertido en actual y alarmante a propósito del desprendimiento de esta semana, parecía lógico esperar que la Junta, titular de la competencia para la protección del patrimonio histórico y cultural de la comunidad, manifestase su opinión sobre cuál es la solución y cómo abordarla. Luego su propuesta se criticaría por la oposición, se ensalzaría por los medios propios y afines, y se llevaría a cabo en mayor o menor medida y con mejores o peores resultados.

Pero esto es ya cosa de otros tiempos. En su lugar, el señor Enrique Sáiz, Director General de Patrimonio de la Junta, ha salido a la palestra para decir que está a la espera de unos informes de los técnicos, que hace tiempo que dispone de cinco tomos de 300 páginas con el diagnóstico elaborado por la empresa Petra, que la Junta ha invertido mucho, que no hay urgencia, que la tratadística discute cuál es la mejor solución, que pronto acabará de definir un proyecto cultural muy bonito para que la gente vea las vidrieras de cerca, y que el Cabildo puede actuar cuando quiera y, si le parece, presentar un proyecto para que se lo aprueben. Y ya. En definitiva, nada de nada sobre el problema, y nada de nada sobre la solución, más allá de burocracia, chulería, incompetencia y fatuidad.

Tan escaso respeto por el propio trabajo y por los ciudadanos pone de manifiesto a qué extremos de soberbia, de incompetencia, y de despotismo ha llegado la Junta de Castilla y León regida por el PP pucelano. No nos sorprende su ineficacia, sino el que la desidia se haya instalado de tal modo en su gobierno, que un Director General de Patrimonio, al día siguiente de producirse un desprendimiento, nada menos que en la Catedral de León, que no tiene ni la menor propuesta de solución ni piensa tenerla, no se moleste ni siquiera en huir de la prensa, o en inventarse un artificioso plan de emergencia, aunque sólo sea por la proximidad de las elecciones.

Es evidente que enlazar una mayoría absoluta con otra, durante tantos años, tiene el efecto en quienes ejercen el poder de perder por completo el respeto a los votantes, que no sólo dejan de ser alguien a quien servir, sino también alguien a quien engañar cada cuatro años. Para qué molestarse si en unos meses volveremos a darles otra mayoría absoluta.

Y la Catedral se seguirá cayendo mientras sus esculturas de la fachada Oeste se desintegran en el trastero, pero nosotros seremos, cada vez, un poco más responsables.
Lo más leído