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Para la memoria colectiva

17/06/2018
 Actualizado a 07/09/2019
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El final del curso invita a echar la vista hacia atrás, aunque sea sin nostalgia, que no es buena consejera. En esa mirada uno se topa con hechos y nombres que bien merecen ser recuperados para la memoria colectiva. Los que se fueron y los que aún están, lo que ya queda lejos y lo de hace cuatro días.

Así, el hecho de que la Cofradía de la Bienaventuranza, con sede en la parroquia de San Claudio de León capital, esté celebrando el 26º aniversario de su creación me conduce a recuperar el recuerdo de quien fue su fundador y buen amigo, compañero de fatigas en los primeros pasos del episcopado de D. Juan Ángel Belda, don Carmelo Rodríguez del Cueto. Se lo llevó el cáncer con 54 años recién cumplidos, los cuales, sin embargo, estuvieron muy llenos de estudios, docencias y pastoreos. En este año se cumplen los 25 de su muerte. La Escritura dice de los muertos «que descansen de sus fatigas, porque sus obras los acompañan». Que así sea.

Buenas obras esperamos que realice (y firme, porque a la hora de aplicar el Derecho es una rúbrica la que corona el trabajo) don Mario González, vicario judicial de León, que desde hace unos días lo es también de Astorga. Que aterrice con buen pie, que vaya de buena mano y que no le falten ni las luces ni las ayudas ni la gracia, para administrar justicia debidamente, que es tanto como orientar y sentenciar sobre situaciones a las que no deberá faltar jamás la comprensión y la compasión, hijas que son de una misericordia que está en la entraña del espíritu de las leyes.

Ese mismo espíritu, con su letra, es el que ha movido a la Real Hermandad de Jesús Nazareno de Ponferrada a registrar en la Oficina de Patentes y Marcas la figura, tan identificativa de la vida cofradeponferradina, del bullanguero (por la rapacería que lo suele acompañar) Lambrión Chupacandiles, el cofrade singular que, a golpe de campanilla, anuncia que llega el momento de tener todo a punto para la Semana Grande. Registrar la identidad de este personaje es una medida de seguridad, que evitará el uso indebido de su nombre y de su icono. Que de todo puede haber.

Como de todo hay también entre los laicos o seglares. A ellos el obispo asturicense, don Juan Antonio Menéndez, acaba de dedicar una Carta pastoral («Vosotros sois la sal y la luz del mundo»), que al menos debe servir para avanzar con serenidad y fuerza por los caminos de la corresponsabilidad, o sea, de caer en la cuenta de que en la vida de la fe cristiana no hay clases ni pasivas ni privilegiadas. Tómese nota, por favor.
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