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Para el lector que llora

19/04/2019
 Actualizado a 19/09/2019
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Cuando le pregunté al chico qué nombre ponía en la dedicatoria, se echó a llorar. No paraba de llorar. Intenté razonar con él y lloraba más. Estábamos en la feria del libro y se había formado una cola frente a la caseta. Vino la librera y lo sentó en un banco, le dio un papel: ‘Escribe aquí la dedicatoria’. Cuando me lo entregó ponía: ‘Para Amparo: por favor, llama a mamá’. Yo escribí y firmé esa dedicatoria. Al cabo de los días en Twitter alguien me citó: ‘Gracias, Manuel, Amparo ya llamó a su madre’. Por lo visto, llevaba años sin hablarle».

Lo cuenta Manuel Vilas en una cena. Historias de los lectores de Ordesa (Alfaguara). Una novela que ya va por la ¿17 edición? y no es una novela fácil porque apenas tiene argumento. Es su biografía, es la crónica de la España íntima de las últimas décadas y es, sobre todo, el recuerdo de sus padres, y es, sobre todo, una novela de duelo.

Y los lectores se sienten absolutamente identificados con él y con su duelo.

Los lectores le escriben, le cuentan su vida. Porque los lectores creen que Manuel le habla a cada uno de ellos al oído, creen que esa historia es solo para él o para ella. Por eso el libro se ha convertido en un fenómeno editorial. Hasta su publicación, Manuel tenía un grupo reducido y acérrimo de fans. Yo lo seguía en Facebook, donde publicaba unas conversaciones divertidísimas hablando con Dios. Leí sus poemas. Le pedí que escribiera para la revista donde yo trabajaba. Entretanto, Vilas sufrió un duro proceso de divorcio, cayó en algo cercano al alcoholismo, su madre falleció.

«Los fantasmas de mis padres me hablan a todas horas. Yo pienso en mis padres varias veces al día. Y esta novela está escrita siguiendo su dictado: me decían lo que debía escribir». Me lo cuenta en serio y en broma y en serio. Porque es cierto que los fantasmas de nuestros padres nos acompañarán siempre. Y esa verdad sencilla ha invadido al alma del lector. Es el escritor prestidigitador: escribe para todos, pero piensas que escribe solo para ti. ¿No es una especie de hechizo? ¿No es lo que buscamos todos los escritores? Leer es un acto de intimidad; escribir, también. Cuando escribo lo hago para un solo lector, para que se deje enredar en mis palabras hasta llegar al final, para que sin conocerme se crea lo que me invento y mantenga su atención durante trescientas páginas. Puro hechizo. Eso es literatura. Que el lector que llora se agarre a tu libro como a una tabla de salvación. Y que funcione.
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