04/06/2021
 Actualizado a 04/06/2021
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Esta semana hemos dicho adiós a Cipriano Elías Martínez, ‘Pano’ para propios y extraños. Un político de los de antes, de los de la vieja escuela, de los que dentro de un partido político se consideran como una institución unipersonal. Un paisano de Riello con el carácter recio que Omaña suele dar a sus gentes.

No han sido pocas las ocasiones que me ha tocado vivir dentro del Partido Popular de León en las que todo parecía derrumbarse, cada uno opinaba una cosa y al final, todas las miradas se dirigían a un Pano callado, medio recostado en una silla y con rostro sereno, para conocer su opinión. Su simple timbre de voz ya transmitía seguridad a los presentes y era capaz de inclinar la balanza hacia un lado o hacia el otro en cualquier decisión.

Corría el año 2007 (hace ya 14 años nada menos), cuando se convocaron unas elecciones municipales para el 27 de mayo, en las que el PP acuñó como lema de campaña la palabra ‘Confianza’. Por aquella época a algún iluminado se le había ocurrido la genial idea de que el color principal del Partido Popular pasase a ser el naranja.

Tras alguna cita electoral en la que me tocó trabajar de ‘pinche’, en aquellas elecciones municipales de 2007 Pano me encargó la responsabilidad de hacerme cargo de la propaganda electoral, entregándome ‘los trastos’ que había llevado él durante años. Desde ese momento muchos me empezaron a llamar ‘Mr. mailing’ en cada cita electoral.

Como los buenos maestros, él se quedaba al margen de mis decisiones, siempre observando a distancia prudente para ayudarme a sacar la pata cuando él consideraba que el barro me había llegado hasta una zona en la que me resultaría complicado salir. Como en aquella ocasión en la que el camión que venía de Madrid con las papeletas de nuestro candidato era demasiado grande para entrar en el ‘muelle’ de Correos y tuvimos que conseguir un domingo a mediodía un toro mecánico de almacén para poder descargar el camión, o cuando nos tocó ir por la noche a Correos en compañía de Chus Ximénez, otro buen paisano, a bloquear todo un palé de cartas en las que venía mal el código postal… A pesar de mis fallos, nunca una mala palabra, nunca un mal gesto, ni una mala cara.

Desde aquel momento lo que había sido poco más que una relación política se convirtió en una amistad en la que él siempre que pudo, me echo una mano a mí y a los míos y que nunca le podré agradecer lo suficiente.

Tras retirarse, cuántas veces me dijo que se arrepentía de no haberlo dejado antes, que vivía mejor que nunca en compañía de Mary Luz, su mujer, en la tranquilidad de Riello. Ya las calderetas las preparaba para su familia y su casa había dejado de ser ese ‘nido de águila’ en el que se ponía y quitaba a los máximos representantes del PP Leonés.

Otra de las cosas que nunca perdonaré a esta pandemia, además de llevarse a seres queridos, es no haberme permitido subir el verano pasado a despedirme de él como se merecía y recordarle todo lo que hizo por mí y por mi familia.
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