21/03/2021
 Actualizado a 21/03/2021
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En medio de este asunto de las elecciones del 4 de mayo convocadas en Madrid, un amigo mío dice que, como broche final al sainete, no descarta que antes de que finalice la legislatura el señor del moño y la chica con ojeras de vampiresa acaben liándose. A mí este desenlace lujurioso me resulta poco probable, pero dadas las circunstancias que vienen desarrollándose en este país, no lo suprimiría del todo. Afianza la idea la película que estamos viviendo, con protagonistas más interesados en sus nichos particulares (una vez que han asumido que los otros, los de verdad, están tan llenos que no merece la pena seguir prestándoles atención), que en gestionar la pandemia y la crisis económica del siglo. Eso sí, tienen muy entretenidos a nuestros medios de comunicación, siempre tan obsesionados por reproducir las puyas, delirios y chorradas que se lanzan despectivamente unos a otros. Ante semejante espectáculo, no caben más hastío y enojo. Lo que uno se pregunta, quizá cándidamente, es cómo asimilan esto los auténticos políticos, es decir, los concejales que se fajan con problemas reales en su día a día, al ver a sus líderes actuando como bufones. ¿Qué es lo que piensan? ¿No sienten bochorno y estupor? ¿Y los militantes? ¿No se ahogan con tanta náusea? Esto es como si un hombre madrugase los lunes para elaborar sus mejores hogazas y al llevarlas al despacho apareciese por allí un elemento elegido por la asociación de vecinos para degradarlas: para abrirlas, por ejemplo, y dedicarse a una guerra de migas con el competidor de otra panadería. Con el pan no se juega, decía mi madre, y en esto concluye el sainete: que aquí unos seguirán comiéndolo con chorizo (o sobrasada) y otros, en el mejor de los casos, bajo la forma de un chusco duro.

Lo peor es que nos esperan más mala uva y más jornadas esperpénticas. Ayuso e Iglesias hasta en la sopa. A medida que se acerque la fecha, el nivel de ofensas, disparates y chascarrillos irá colmando nuestros telediarios. Encima, ni siquiera podemos huir muy lejos, con esto del cierre perimetral. A ver si a algún político le da un ataque de lucidez y asume aquello que proclamase Groucho Marx: «Nunca pertenecería a un club que me admitiese a mí como socio». A los demás solo nos queda mirar desde el tren los elefantes pintados de verde que pastorean camino del circo.
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