Pallidula rigida nudula

Eloy Rubio Carro presentó su poemario 'La vida la pasar' en el marco de la Feria del Libro

Bruno Marcos
14/05/2019
 Actualizado a 19/09/2019
Eloy Rubio Carro estuvo acompañado en la presentación por José Luis Puerto. | SAÚL ARÉN
Eloy Rubio Carro estuvo acompañado en la presentación por José Luis Puerto. | SAÚL ARÉN
Hay, en el libro de poesía que acaba de publicar Eloy Rubio, un poema especial, habla de la ausencia, de algo que ha desaparecido pero deja, durante un tiempo, otro algo a lo que no se puede acceder por la percepción, ni por el recuerdo, algo a lo que sólo se puede llegar a través de la poesía. Esos «algos» son a lo que antes se llamaba cuerpo y alma. Apagada la vida parece que el alma se ha ido y desaparecido el cuerpo se siente una presencia de lo ausente, acaso los restos del alma.

Fueron los existencialistas los que aseguraron finalmente "soy mi cuerpo", solo cuerpo, cerrando así milenios de metafísica y sin dejarnos nada en sustitución, acaso la náusea sartreana, el absurdo.

No en vano Eloy se acoge al manto clásico y se cubre con él dándole título a este poema con el cuarto verso "Pallidula, rigida, nudula" del maravilloso poema de Adriano que empieza "Animula, vagula, blandula", que el emperador de origen hispano de la Roma más extensa de la historia escribió en el lecho de muerte. Alma pequeña, vaga, blanda, huésped y compañera del cuerpo, que irás ahora a lugares pálidos, rígidos, desnudos… Podría ser también la pálida, rígida y desnuda el alma y no los sitios a donde esta va, ya sola del cuerpo.

Del mismo modo que conmovió a Marguerite Yourcenar, a Julio Cortázar, a Luis Cernuda y a muchos otros, nos sigue hoy conmoviendo ese poema aunque se nos haya dicho que ya no tenemos alma, que cielo, infierno y purgatorio fueron poco más que figuras literarias. Adriano se preguntaba por el futuro de la suya y vemos que no tenía muchas esperanzas aun pudiendo tener en perspectiva el ser divinizado. Convirtió en esos versos su muerte en una despedida de sí mismo, expresada en el divorcio de su alma y de su cuerpo.

Eloy Rubio ha llevado todo esto a una vivencia cotidiana, dedica este poema que digo a una sencilla ave de la cual sólo encuentra ya una pluma en el suelo de una jaula "como polvo alterado de un murmullo" y esa muerte insignificante para el mundo altera la respiración del poeta cuyas lágrimas curvan la visión de todo, "la forma cóncava del mar que ondula los trigales".

Recoge Eloy Rubio hoy todo esto en un poema de unos pocos versos sobre los que se puede pensar y sentir mucho tiempo, un poema que justifica él solo todo el libro, aunque también tenga otros buenos.
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