05/01/2020
 Actualizado a 05/01/2020
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Palillero: dícese del que practica esquí; del recipiente para palillos de dientes y del aficionado al uso lúdico de tales palillos. A falta de palo de regaliz, lápiz de carpintero, pajita de refresco o Chupa Chups, bueno es un palillo para entretener las comisuras de la boca, las orejas no muy de soplillo y hasta las manos. Sospecho que la Fundéu ya está estudiando el término para convertirlo de aquí a doce meses en palabra del año. Si el recién pasado la seleccionada ha sido ‘emoji’, con tantísimo retraso, no vamos a quejarnos los palilleros por ser nos reconocidos con un poco de demora.

La cosa está así: lo que en un tiempo fue el superlativo de la vulgaridad, se ha convertido, por obra y gracia de unos cuantos revisionistas, en un hábito posmodernamente respetable y hasta ‘cool’. Vuelve el palillo a las bocas de la gente más guay. Agradezco que me hiciese ver esto el otro día una amiga, profe de matemáticas en un colegio bien, a la que nunca le dio vergüenza tirar de palillo. Que es una fanática del palillo de siempre, vamos. Tanto, que ese mismo día tuve que recordarle que debía desprenderse de él para una foto, cuando yo ya lo llevaba en la mano.

Entre la no muy variada oferta de palillería, se ha de constatar que son insoportables aquellos con forma de flor de espiga, gruesos como ellos solos y tendentes al astillado, los mismos con los que se rellenaban a mano esos palilleros reminiscentes de la Torre Eiffel. Los redonditos, sin embargo, se erigen como gran logro del diseño industrial. Si son mejores los que tienen punta por los dos lados o los que una la tienen roma, depende de la prioridad. Para garantizar la seguridad ocular del interlocutor que se acerca demasiado, mejor con punta chata. Para un cien por cien de operatividad en la pesca del mejillón de lata, mejor con doble punta. En estos tiempos de furor, ya un poco trasnochado, por la comida japonesa y sus largos palillos, bien está reivindicar nuestro palillo nacional, tan adecuado para dosificar la ingesta de la alcaparra y el berberecho.

Palillos por diversión, palillos como cubiertos y palillos para mondar dientes. Porque no hay que descuidar su utilidad cuando llegas a una edad en que dientes y encías van diciéndose hasta luego. Poner la mano delante durante el hurgado entre los barrotes de la celda dejo a su elección si procede. Habrá quien lo haga y habrá quien no, pero lo que es seguro es que si ponen un puñado de palillos al medio en una mesa en su siguiente comida de viejos amigos, y se tiran todos a por ellos como jaguares sobre carne fresca, esa gente está en la onda.
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