Pako Merino: "Lo que une nuestras obras tiene que ver con el tabú"

Titzina Teatro presenta este jueves en el Auditorio Ciudad de León ‘La zanja’, que pone de manifiesto cómo el ser humano repite los mismos procesos a lo largo de los tiempos

Emilio L. Castellanos
21/02/2019
 Actualizado a 16/09/2019
Pako Merino y Diego Lorca en un momento de la representación de ‘La zanja’, que hoy jueves llega al Auditorio de León.
Pako Merino y Diego Lorca en un momento de la representación de ‘La zanja’, que hoy jueves llega al Auditorio de León.
Diego Lorca y Pako Merino, los dos soportes que sustentan Titzina Teatro, llevan ya casi dos décadas poniendo su talento al servicio de un proyecto escénico de voz propia y estimulante talante creativo a través del cual «nos cuestionamos continuamente como creadores y también como seres humanos», asegura Merino. «Al ser el teatro un reflejo de la vida, todas las preguntas que nos hacemos en el día a día y que van en función de nuestras experiencias personales se ponen de manifiesto en nuestros espectáculos. Hay momentos en la vida que llegan preguntas que te movilizan y te obsesionan durante algún tiempo, y eso sirve para que se vean reflejados en una manifestación teatral». Los dos teatreros españoles se encontraron en 1999 en L’École Internationale de Théâtre Jacques Lecoq de París y desde entonces no han dejado jamás de indagar en las posibilidades que les ofrece el arte escénico para descifrar al ser humano contemporáneo, sin duda alguna fuente principal de su propuesta. «Lo que une muchas veces las obras que hemos creado tiene que ver con el tabú y con partes del ser humano de las que no se habla habitualmente. Son temas que dan mucho que hablar y con los que, a veces, hay muchos prejuicios a la hora de manifestarlos en público, quizás por poseer un trasfondo de dolor para el hombre. No obstante, siempre hablamos del encuentro entre personas, de cómo se van creando marcos diferentes, de cómo el ser humano se defiende ante situaciones como la locura, la muerte, la guerra, la infelicidad… Como decía el maestro Kapucinski, al final el encuentro se traduce en tres formas básicas: querer conocer al otro, aislarse y querer pasar por encima del otro».

El Auditorio ‘Ciudad de León’ acoge este jueves (21 horas; entradas a 10 euros) la representación del último espectáculo de Titzina Teatro, ‘La zanja’, y como los cuatro anteriores de la compañía disfruta de un sello propio que le hace perfectamente identificable. «Nos conocemos desde hace mucho tiempo y es verdad que nuestra forma de ver el mundo, y así queda reflejado en la puesta en escena de nuestros espectáculos, es peculiar y tiene unos sellos reconocibles, tales como que Diego y yo seguimos escribiendo, produciendo e interpretando las obras, usando un lenguaje minimalista y recurriendo a espacio-temporales muy rápidos que permite situar a los personajes con muy pocos elementos. Un compañero teatral nos decía que éramos los reyes de la elipsis». Los dos se conocen tan bien que el proceso creativo acaba convirtiéndose en «una lucha con el otro y contigo mismo», recalca Merino. Titzina afronta siempre, antes de asegurarse qué idea abordar definitivamente, una suma de momentos en los que de manera exhaustiva se investiga, se desmenuza el tema hasta someterse a una primera criba que responde a una única pregunta: «¿Merece la pena esa temática para estar dos años entregados al proceso creativo que requiere?». Si la respuesta es afirmativa, la investigación se intensifica, se detalla aún más (con viajes, bibliografía, material gráfico, testimonios…), hasta, con todo ese material recopilado, iniciar la escritura del espectáculo, trabajar sobre el escenario e ir sometiendo la labor a continuas cribas, incluso con la propuesta ya estrenada. Tan meticulosa es su labor que han acabado trabajando en un psiquiátrico, una funeraria o unos juzgados o viajando a Sarajevo, Washington o Perú para documentarse emocionalmente. «El proceso de investigación nos adentra en la vida de otras personas».

Desde luego, el teatro de Titzina exige al espectador una implicación plena y abandonar la condición de sujeto meramente pasivo al que le conduce otro tipo de montajes. «Una persona nos dijo que le gustaban nuestros espectáculos porque le tratábamos como público inteligente. Nosotros no hacemos nada incomprensible. Tratamos temas con cierto trasfondo pero siempre desde la cotidianeidad. En pequeñas situaciones cotidianas se manifiesta lo universal del ser humano, sus grandes cuestiones, y así en escena ello se traduce en momentos que llevan a la emoción, el drama, el humor… Nos dice el público que en nuestros trabajos ven representada la vida. En la vida hay blanco, gris, negro…, muchos colores, y no sólo es tragedia o sólo comedia, y eso queda retratado en nuestras propuestas».

El contacto con Latinoamérica acabó llevando a Titzina hasta ‘La zanja’. «Cuando uno contacta con otra sociedad distanciada a miles de kilómetros, surgen las diferencias de lo cotidiano, de las formas de interpretar el mundo. Sin embargo, cuando prolongamos ese contacto aparecen en el otro las cosas reconocibles, detalles que creíamos exclusivos de nuestra cultura, de nuestro yo y surgen inevitablemente las preguntas: ¿En qué momento compartimos el viaje que nos hizo ser tan iguales? ¿Cómo reprocharnos y atraernos tanto? La respuesta está en el tiempo pasado, en nuestros ancestros, en el recuerdo común que permaneció oculto. Porque en definitiva, hemos heredado las acciones de unos hombres sobre otros y las influencias sobre el colectivo», se asegura desde la propia compañía. «De repente te cargan una mochila histórica, seas de donde seas, que tienes que asumir culturalmente y que te conecta con alguien del siglo XVI, y eso nos planteaba una serie de cuestiones muy interesantes: la existencia de una conexión entre España y Latinoamérica, los encuentros entre los primeros colonizadores y los habitantes de aquellas tierras que acaban trasladándose a la actualidad», recalca Merino, quien añade que haciendo uso de elementos recurrentes como el oro y las multinacionales, otro estilo de imperio «ya no tienen banderas pero hacen el mismo proceso que otros imperios a lo largo de la Historia», la obra retrata «el encuentro entre dos mundos, ese ciclo infinito que se repetirá una y otra vez. Es un trabajo exhaustivo de creación, surgido de la documentación de las crónicas de la época y nuestros viajes al Perú actual». Así, ‘La zanja’ presenta, estableciendo paralelismos entre ambos, dos estadios espacio-temporales: uno que remite a la época actual y muestra el encuentro de un técnico de minas enviado por un multinacional con el alcalde de la localidad donde la empresa quiere hacer su propia explotación de oro; y otro que se remonta al siglo XVI, con un Pizarro ambicioso sometiendo al emperador Atahualpa. Merino y Lorca encarnan a todos los personajes que participan en la puesta en escena de un espectáculo que invita a la reflexión del espectador. «Nuestra intención como compañía es mantenernos al margen de una opinión».

Titzina muestra a los espectadores cómo la Historia se repite. «Ese es el germen que presentamos y no tiene nada que ver con nacionalidades. Lo decimos en la obra: cómo la Historia se repite con nombres y caras diferentes, cómo el ser humano repite los mismos procesos a lo largo de los tiempos, cómo por ambición y por ganar una riqueza crea un encuentro desastroso... Ha ocurrido con miles de imperios que han recorrido la Historia y sigue ocurriendo en la actualidad». También la compañía catalana evidencia durante ‘La zanja’ cómo el pueblo hace acopio de sus propias ambiciones. «El ser humano, a su vez, puede ser miserable, da igual la posición en la que esté. Por la ambición somos capaces de vender a nuestra propia madre».
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