Paisaje encendido

Cuando hace unos días conversaba con Ester Folgueral, poeta ponferradina, periodista y pintora, me expresaba su predilección por los paisajes abiertos y por la naturaleza, en la que siente y se inspira

Manuel Ángel Morales
22/10/2017
 Actualizado a 17/09/2019
Folgueral en la presentación de un trabajo de los relatos de alumnos que ella dirige desde sus cursos de escritura.
Folgueral en la presentación de un trabajo de los relatos de alumnos que ella dirige desde sus cursos de escritura.
Admiradora de la gran poesía inglesa que pasa por Byron, Shelley, Keats, Wordswortho Coleridge, coincide con ella en la mirada especial hacia el paisaje como elemento conectado directamente al alma humana y su expresión. De hecho, entre sus primeros textos, «La espada azul»(1995) que se alzó en su día con el Primer Premio de Poesía del Gobierno de Canarias, dividida en tres partes: La espada, Bergidum y Azul, es un canto al paisaje con todo su poder metafórico. Los ríos, los cuervos, el agua , la cueva, el sol...Son constantes en los poemas de La espada. Las imágenes románticas se suceden como «[...] Un trueno/galopa por el silencio de la tarde moribunda/en la colina, los viñedos preñados se agitan/ante la fuerza salvaje de una tormenta mágica». Se percibe la influencia de sus numerosas lecturas, recordándome al poema de Yeats que comienza con «Brama otra vez la tempestad...[...] Sólo el bosque/de Frégory y un alcor pelado enfrenan/ el huracán, nacido en las remotas/regiones del Atlántico».

La maestría con la que la poeta berciana engarza las palabras, cargadas de la fuerza de los elementos enlazados con los sentimientos más íntimos es una de sus características. Así en el mismo poema, la naturaleza le sirve para un viaje de conocimiento del propio yo y de su relación con el otro: «[...] Y busco tu abrazo/bajo una bóveda de sueños/en una gruta nido de amapolas».

Aparecen en numerosas ocasiones imágenes símbólicas como las grutas o las cuevas, lugares relacionados con lo oculto, con lo telúrico, lo mágico. La cueva representa la seguridad y en psicología el útero materno. No en vano las primeras muestras del arte nacen en ellas.

Pero también abundan las referencias al sol y a la luna, a la sombra y a la luz:«Quizás abras la puerta del mar/una noche de luna y sombras...» «Todos los soles y persianas de jade/están crujiendo ante el viento de lagunas perdidas». «Fue en un ocaso frío/y entregó su sombra a la luna de octubre». Estas referencias a un elemento y su contrario, se dirigen sin duda, a la profunda penetración de la poeta en el sentido del existir pues, ¿No es acaso la vida un continuo de luces y de sombras, de penas y de alegrías?. La poeta lo expresa de forma simbólica en sus versos.

La admiración por el paisaje, continua en la segunda parte del libro:«Bergidum». Aquí, las referencias al territorio conocido se revisten de imágenes brillantes, coloridas y enigmáticas como en los versos: «La noche está oscura. Serpenteando escarchas azules,/movedizas y escamosas, baja el Sil/persiguiendo un rosario de juncos penitentes». La sombra se convierte en niebla. Bajo ésta, las encinas, los robles, sauces y chopos se convierten en ‘fantasmas’». Bajo la niebla, en una quietud perpetua la vida de las gentes pasa y así lo ve la poeta: «Todos duermen en su propio presente, piedra, ladrillo, adobe/ bajo pizarra». La mirada sobre el Bierzo es romántica, melancólica. Una sutil tristeza se apodera del lector, tristeza dotada de equilibrio que se destila en esta parte del poemario y que destaca en el poema en referencia a la Beatriz de Enrique Gil y Carrasco: «Villafranca queda lejos del balcón voladizo,/desde donde sedas blancas arrojan suspiros cenicientos,/sumisos, expiantes. Y Beatriz murió».

La última parte, «Azul» que comienza, precisamente, con una dedicatoria de William B. Yeats, es más intimista, si cabe. Azul es el color del cielo pero también lo es del mar. Ambos representan lo insondable, la imposibilidad de abarcarlos es la del poeta de aprehender con sus palabras la compleja realidad, la infinita inmensidad ante la cual el ser humano es solo un grano de arena, una mota de polvo. Sentimientos de pequeñez y de humildad que llevan a exclamar: «Paseo silencios por las tardes,/el corazón tiembla de frío/en este sueño del girar, girar,/siempre la luz, la noche».

«Memoria de la luz» (2006) con prólogo de Antonio Colinas, libro que recibió una mención especial en el «Primer Certamen Internacional de poesía Manuela López del 2004». Como bien señala Colinas en su prólogo, hay un claro proceso de maduración en la poesía de Ester que se combina con la «fidelidad a lo bello y a lo verdadero». La poeta ha depurado sus poemas que se hacen más cortos en la forma y más intensos en el fondo. Ha habido un proceso de desprendimiento de todo artificio. Los poemas son como rayos, directos e intensos, plenos de fuerza. La poeta hace un esfuerzo por buscar y mantener la tensión poética que es como una daga, afilada y precisa. Así por ejemplo, en el poema «Palabra de la noche eterna»: «No temas la eternidad/porque es instante precioso en que respiras/el aire todo del universo amadísimo». Son casi como Haikus: breves, certeros, guiados directamente al corazón del lector. Así en «La estrella del silencio»: «La estrella del silencio llevo grabada en mi frente. / Soy una catedral en medio de la noche».

La poeta continúa evolucionando para pasar a publicar «Lo indestructible» editado por el Instituto Leonés de Cultura en el año 2009. El libro que comienza con una enigmática cita de Kafka, es más críptico y difícil que el anterior. No es una poesía de fácil comprensión. El lenguaje explora la sonoridad del poema. Abundan las referencias a animales dotados de especial significación: la golondrina y la ardilla pero también la rata y el caracol, el potro y la hormiga, el cuervo y el perro. Unos se ocultan en grutas y cuevas bajo la tierra, otros se alzan al cielo o trepan hacia él, algunos corretean por la faz de la tierra.De nuevo recupera el simbolismo de la naturaleza para hacer que el lector se contagie del movimiento de cada ser de la tierra, de su especial vivencia. El libro contiene más citas que los dos anteriores, evidenciando el proceso creativo de la autora a la vez lleno de lecturas de aquellos que la acompañan en su andadura literaria: Auden, Claudio Rodríguez, John Donne. En conjunto, se trata de un texto maduro, lleno de sonoridad y colorido poético.

Seis años han de pasar hasta que la poeta alumbre su nuevo y último libro hasta la fecha, «Toma de tierra» publicado en el año 2016 por la editorial Gravitaciones. Como su nombre indica, «Toma de tierra» es un anuncio de la necesaria conexión que la poeta tiene con el paisaje, con la naturaleza. Pero a la vez, es una manera de transmitir esa luz, ese rayo que atraviesa el alma y que debe descargarse con seguridad en lo conocido, la madre tierra. Es también un ejercicio sobre el propio territorio, un apunte que resume la andadura poética ya teñida de las experiencias vividas, de las penas y las alegrías. El libro es más comprensible que no más fácil. Es una poesía más reposada que la del texto anterior, más grave y equilibrada. Se percibe el amor por la naturaleza, la preocupación por ella: «[...] Mi voz es vegetal,/hoja que habla en el bosque», «[...] Ahora un mundo sin semillas./No matar/ está escrito en el árbol/de los animales asustados».

La voz poética se ha serenado. No es una voz desgarrada ni quejosa sino sabia y comprensiva. La autora ha penetrado más y más en el conocimiento de sí misma y de su entorno y del mismo extrae comprensión. El camino está abierto para una etapa profunda. La poeta reflexiona, está apegada a la tierra. No en vano la última parte de su libro se titula «Resistencia» pues así se muestra ante la vida. Resiste como resiste la tierra, como debemos resistir todos ante los avatares del destino. «Resistencia: comer libros que saben a lluvia/ y no envenenarse». La poesía para Ester Folgueral es el bálsamo que cura, el que la alivia y, añado yo, el que nos sirve a todos para ser más humanos: «La curación es posible. Yo vivo, mientras viva ese nido de pájaros en mí. No quiero pensar qué hubiera hecho sin ellos. Ya no podría contarlo. La muerte no tiene paciencia».
Lo más leído